+1 800 972-5442 (en español)
+1 800 876-9880 (en inglés)
PARA EL CAMINO
Dios viene en Cristo, y mediante el Espíritu Santo, en son de paz. Viene a librarnos del poder de los demonios, a limpiar nuestro espíritu, a perdonar nuestro pasado, a vestirnos con ropas adecuadas para estar ante Su presencia.
Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Leyendo los evangelios notamos que Jesús no se quedaba quieto. Siempre andaba de un lado para otro. En algún momento lo encontramos en Jerusalén, otras veces en las montañas de Galilea, en otras oportunidades fuera del círculo conocido por los hebreos, en las zonas de los paganos en la costa del mar Mediterráneo, y muchas más veces alrededor del lago de Galilea. Es en esta región donde ocurren los encuentros que veremos hoy. Sabemos que Jesús vino al mundo con una misión, y que luego de ser bautizado salió a hacer su ministerio sin pérdida de tiempo. Él sabía por dónde debía ir, con quiénes se iba a encontrar, qué milagros iba a hacer y qué enseñanzas iba a dar. Pero las personas que lo seguían o lo recibían de uno u otro lado del lago no sabían los planes de Jesús, y los discípulos tampoco. Una de las cosas que nos llama la atención en la historia de hoy es que, aparentemente, los discípulos —no tomaron parte en nada de lo que ocurrió en esas horas. ¡Y ocurrieron muchas cosas! Creo que el silencio de los discípulos nos puede enseñar algunas cosas muy importantes.
Quien no permaneció en silencio fue el diablo. Metido dentro del cuerpo, la mente y la vida de un pobre vagabundo, un desposeído y sin techo, el demonio fue quien se presentó a los gritos ante Jesús. Así fueron recibidos Jesús y los discípulos en tierras paganas. Entonces Jesús comienza una conversación con el endemoniado y con los demonios que lo poseían. El geraseno no sabía lo que pasaba; los demonios sí. Claramente confiesan saber quién era Jesús, llamándolo «Hijo del Dios Altísimo». Los demonios sabían que Jesús había venido a rescatar a la raza humana de su dominio diabólico, y que eso significaba su destrucción final. Los demonios se sentían atormentados ante la presencia de Jesús.
En algún momento, tal vez antes de desembarcar, Jesús, que sabía que se iba a encontrar con el geraseno poseído, le había ordenado al demonio que saliera de ese hombre. Jesús tenía un propósito con el endemoniado y con su familia, y con toda la gente de esa región. Lo primero entonces, era sacar a los demonios del medio para que el poseído pudiera recuperar su vida y ver, cara a cara, la misericordia de Dios. Los demonios no querían ir al infierno, lugar al que pertenecen y adónde irán definitivamente el día del juicio final. ¡Imagínense cómo será, que ni siquiera los demonios quieren ir al infierno!
La descripción que tenemos del geraseno poseído nos conmueve. Está desnudo, desaliñado y fuera de sí. Su lugar más seguro son los sepulcros. Alguna cueva le servía de refugio. Sus brazos y sus piernas están marcados por los grilletes y las cadenas que intentaban mantenerlo quieto. Así era y estaba el endemoniado antes de que apareciera Jesús, sin previo aviso.
Los demonios saben que Jesús los expulsará del hombre, por eso le piden que los envíe a poseer a los cerdos que estaban en los alrededores. Una vez más, ¡los demonios prefirieron los cerdos antes que el infierno! ¡Qué desesperados estaban! La presencia de Jesús ciertamente los atormentaba. Así que Jesús les concede esta petición. Ya llegará el momento de arreglar cuentas con ellos más adelante, en el día y la hora que Dios Padre decida. Ahora lo más importante es el hombre poseído.
Los demonios abandonaron al hombre y se fueron a poseer los dos mil cerdos que estaban en los alrededores. Inmediatamente, esos animales salen despavoridos, como quien se lo lleva el diablo, literalmente, y se despeñan cayendo al lago y ahogándose todos. Yo recuerdo vivamente cómo grita un cerdo que está en peligro, cuando es capturado para ser faenado. No puedo imaginarme los gritos enloquecidos de dos mil cerdos poseídos por demonio, y el temblor de la tierra bajo sus patas que querían alejarse del tormento de la posesión demoníaca. Terminaron muriendo ahogados y todo quedó en silencio. Los cuidadores salieron corriendo para ir a avisarles a los dueños de la pérdida total del ganado. ¿Qué les habrán dicho? ¿Que los cerdos se volvieron locos de repente y emprendieron una corrida ciega hacia el abismo? Tal vez esa fue la única explicación que pudieron dar.
La gente de la región se enteró de todo lo que había pasado. Seguramente los gritos despavoridos de los cerdos, la nube de polvo que quedó suspendida en el aire y el testimonio de los cuidadores fueron testigos suficientes para saber que algo sobrenatural había ocurrido en medio de ellos. Los habitantes de la aldea se reunieron, y juntos fueron a pedirle a Jesús que se fuera del lugar ya que los que estuvieron cerca de Jesús, de los cerdos y del poseído sanado, les informaron de todo. Notemos esto: los testigos que estuvieron alrededor de Jesús les contaron a todos cómo había sido salvado el endemoniado. Con todo, los gerasenos le rogaron a Jesús que se fuera del lugar. Se llenaron de miedo y no tuvieron otra reacción que sacarse a Jesús del medio.
Ah, pero el hombre que había estado poseído, que estaba ahora en su cabal juicio, no tenía dudas de lo que debía hacer. Él quería seguir a Jesús. Los gerasenos le rogaron a Jesús que se fuera. El hombre liberado le rogó a Jesús que lo dejara ir con él. Lo más probable es que este hombre jamás en su vida haya experimentado una paz como la que tenía ahora. Quizá no tenía memoria de cuándo había sido la última vez que tenía alguna ropa puesta o cuándo había tenido una conversación interesante con alguien, o cuándo alguien, en realidad, había demostrado algún interés en él. Pero ahora era distinto. Ahora sabía que Jesús se interesaba por él. Jesús había hecho el viaje en una barca con los discípulos en una noche tormentosa para desembarcar en territorio de gente impura y cambiarle la vida a un hombre.
La gente de los alrededores encontró vestido al que había sido sanado, en su cabal juicio y sentado a los pies de Jesús, como haría cualquier buen discípulo. Es posible que los gerasenos nunca hubieran visto antes a Jesús. Es posible también que nunca hubieran visto a este hombre cuerdo y vestido. Ante ese cuadro, lo único que atinaron a hacer fue pedirle a Jesús que se alejara de ellos. Y Jesús se fue de la región, así como había venido, en la barca con sus discípulos. Pero antes de echarse mar adentro, Jesús envió al hombre sanado a ver a su familia. Él ya había sido formado brevemente como discípulo, y más que eso, había experimentado el poder y la misericordia de Jesús en una forma extraordinaria. Él sería ahora quien traería las buenas noticias a los suyos de que Dios había sido bueno con él.
Estimados oyentes, ¿qué haremos con Jesús? La historia de hoy nos recuerda que Dios viene, en Cristo y mediante el Espíritu Santo, a veces sin previo aviso. Debemos saber que viene en son de paz, con la buena voluntad de librarnos del poder de los demonios, de limpiar nuestro espíritu, de perdonar nuestro pasado, de vestirnos con ropas adecuadas para estar ante su presencia, la ropa de justicia de la que habla la Sagrada Escritura, una ropa que Jesús mismo lavó con su sangre para que Dios nos viera bien vestidos, sin ninguna impureza.
Tal vez la presencia de Dios nos produzca temores y no sepamos muy bien qué hacer con él. Algunos nos hablan maravillas de él mientras que otros, quizás enojados con Dios por experiencias difíciles en la vida, dirán cosas que pueden infundir desconfianza. ¿Qué haremos con Jesús? Observémoslo, como hicieron los discípulos. Ellos ni siquiera parecían estar presentes, pero queda claro que alguien les contó a las gentes lo que había sucedido entre Jesús y los demonios, alguien había tomado nota de cada cosa que aconteció en ese día en territorio gentil. Esos fueron los discípulos que no se perdieron palabra de Jesús.
Observemos a Cristo en acción, sigamos el recorrido de su historia desde que bajó de la eternidad para hacerse hombre y habitar entre nosotros. Veamos cómo recorrió vastos territorios visitando todo tipo de personas, no descuidando a nadie. En su camino se encontró con paralíticos, ciegos, leprosos, ¡marginados sociales! en fin, enfermos de todo tipo y hasta muertos, a quienes les restauró la vida. Observemos a Jesús en acción cuando fue acusado de blasfemo y llevado a un juicio injusto, y cómo se sometió a las autoridades dadas por Dios. Observemos a Jesús cuando no devolvió bofetada con bofetada ni buscó venganza ante sus ejecutores. Observemos a Jesús desde la cruz orando a su Padre para que perdonara el pecado de quienes lo estaban matando.
Al hacer todo esto, Jesús estaba atravesando un mar tormentoso que lo llevó a la muerte. Los demonios estaban contentos, pensaron que podían seguir engañando a las criaturas de Dios y llevárselas con ellas al infierno para siempre. Sin embargo, así como todos los mares tienen una orilla opuesta, la muerte también. Y al tercer día Jesús pasó por la tumba abierta y bajó a la orilla de la vida nueva para encontrarse con las mujeres que los siguieron, con sus discípulos y conmigo y contigo. Al discípulo Tomás le sacó el demonio de la duda, a Pedro el de la culpa y a todos los otros sus miedos e incertidumbres. ¿Qué hicieron ellos con Jesús? Lo siguieron escuchando y proclamaron por todas partes adonde pudieron llegar lo que él había hecho con ellos.
¿Qué haremos nosotros con Jesús? Te invito, estimado oyente, a que te unas a mí, y a una multitud de personas que fueron alcanzadas por su gracia, a seguir escuchándolo y verlo en acción. Jesús entra hoy por las puertas de los templos y de humildes casas, se aparece debajo de un árbol y en cualquier lugar donde dos o tres están reunidos en su nombre y salta desde las páginas de la Biblia para traernos su Espíritu Santo, para enseñarnos con su asistencia, para proclamarnos el perdón de nuestros pecados, para quitarnos los temores y las incertidumbres y para afirmarnos en la esperanza de la vida eterna.
Estimado amigo, te invitamos hoy a seguir observando a Jesús escuchando su Palabra, y a dejar que su gracia te abrace y su amor inunde tu corazón. Y si de alguna manera podemos ayudarte a ver el amor de Jesús por ti, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.