PARA EL CAMINO

  • ¿Se puede ver la gracia de Dios?

  • junio 27, 2021
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: 2 Corintios 8:1-9
    2 Corintios 8, Sermons: 1

  • La gracia de Dios quiere alcanzar a todas las personas del mundo sin distinción; es un regalo que Dios nos da. La gracia de Dios nos mueve a ser sus instrumentos en suplir las necesidades de quienes nos rodean. Así es como los demás ven la gracia de Dios.

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Amén.

    Mis amigos y yo muchas veces nos quedábamos conversando hasta altas horas de la noche. En algunas oportunidades todo era risa y buen humor, y en otras hablábamos de cosas serias y hasta tristes. Una de esas noches, después que uno de ellos comentó sobre las desgracias que le ocurrían a su familia, de algunas enfermedades serias que complicaban la normalidad de la vida, de que su papá había perdido el trabajo y de que su hermano había tenido un accidente con su automóvil, lo que le trajo problemas legales, otro de nuestro grupo dijo, así como al pasar: «Y bueno, unos nacen con estrella y otros nacen estrellados». ¡Esa fue la sabiduría popular que describió en una frase cómo algunas personas ven el mundo! Tal vez te preguntes si hay alguna forma diferente de ver la vida.

    Es verdad que vivimos en un mundo de contrastes y de extremos donde, a simple vista, a algunos les va bien y a otros mal, y algunos lo tienen todo mientras otros no tienen nada. En términos económicos y políticos decimos que algunos son de clase alta y otros son de clase baja. Reconozco que hay extremos en la vida, y hay veces que esos extremos nos llenan de cuestionamientos. ¿Por qué esa injusticia? ¿Por qué no hay más igualdad en el reparto de bienes? Estas son preguntas históricas. No las inventamos nosotros, son un planteo racional a lo que vemos a simple vista. Pero no es más que eso: un planteo a simple vista. Porque si miramos más profundamente, vamos a encontrar que todos tenemos muchas cosas en común y que no es cuestión de considerarse nacido con estrella o estrellado.

    ¿Cómo habrán visto las cosas los primeros cristianos en Palestina? Al haber recibido a Jesús como Salvador y Señor de sus vidas, tal vez sintieron que habían nacido con una buena estrella. Yo dudo que hayan pensado así, porque cuando se les predicó el evangelio no se les prometió ninguna estrella. Al contrario, se les comunicó que sufrirían persecuciones y toda clase de dificultades. Y ciertamente las padecieron y, como vamos a ver, por eso no se consideraron ‘estrellados’. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que algunos hermanos de la iglesia de Jerusalén fueron a visitar a los hermanos de Antioquía. Una vez allí, les anunciaron a los antioqueños que se venía una gran hambruna en Judea. «Entonces los discípulos acordaron socorrer a los hermanos que vivían en Judea, según lo que cada uno tuviera, y por medio de Bernabé y de Saulo enviaron ayuda a los ancianos» (Hechos 11:29-30).

    En vez de lamentarse por los hermanos de Jerusalén, los cristianos de Antioquía vieron la oportunidad de compartir lo que ellos tenían con los más pobres. A partir de esta situación en Jerusalén, surge el emprendimiento de una colecta en muchas iglesias para ayudar a los empobrecidos de Judea. Este es el contexto en el cual el apóstol Pablo les escribe a los corintios para pedirles que sean generosos en su ayuda a los que estaban sufriendo en Judea.

    ¿Por qué estaban sufriendo los de Judea? Primero, porque vino una gran hambruna general. Segundo, porque al hacerse cristianos fueron expulsados de la sinagoga y perseguidos por los judíos que se oponían al cristianismo. Socialmente, los hermanos de la iglesia de Jerusalén quedaron aislados de su propia comunidad. No tenían más las mismas oportunidades de trabajar ni el apoyo social que tenía el resto de los judíos. Muy temprano en la historia aprendieron que la iglesia cristiana no es un lugar de encanto donde todo funciona bien y las sonrisas nunca se apagan. Pero aprendieron también que cada situación es una oportunidad para practicar la gracia de Dios. Este es el trasfondo que inspira al apóstol Pablo para hablarles a los corintios de la obra de amor de los macedonios. Pablo dice que la generosidad de los macedonios «se desbordó en gozo y en ricas ofrendas a pesar de su profunda pobreza y de las grandes aflicciones por las que han estado pasando» (v 2). Es más, los macedonios le rogaron insistentemente a Pablo que les diera la oportunidad de ayudar a los necesitados. ¡Qué manera tan gráfica de mostrarnos cómo es la gracia de Dios! Porque no hay duda de que los macedonios fueron movidos por el gran amor de Dios para ofrecerse así a los demás.

    Y ahora los corintios tienen que sentirse motivados por ese gesto de amor de las congregaciones macedónicas. Y si el gesto de amor de otros cristianos no es suficiente para movilizarlos, Pablo tiene el argumento más convincente. Les dice: «Ustedes ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que en su pobreza ustedes fueran enriquecidos» (v 9).

    Para evitar cualquier malentendido, tenemos que dejar bien en claro que Pablo no usa el argumento de la muerte de Jesús para sacarle dinero a los corintios. Eso sería una manipulación grosera de la gracia de Dios. La gracia de Dios se muestra de otra forma. Primero, Dios usa la ley para mostrarnos que todos somos iguales: pecadores perdidos y condenados, y que si estamos vivos en este momento es solo por su amor. La gracia de Dios es universal, quiere alcanzar a todas las personas del mundo sin ninguna distinción, porque sin ninguna distinción nosotros estamos en deuda con Dios, y eso incluye a los de Judea, a los de Antioquía, a los de Macedonia y a los de Corinto, y nos incluye a nosotros, los que estamos leyendo o escuchando este mensaje. Segundo, la gracia de Dios nos muestra que no merecíamos el regalo de la salvación. Nadie puede hacer méritos suficientes para movilizar a Dios. Dios toma la iniciativa y viene a nosotros para perdonarnos y recibirnos ante su presencia para tenernos con él para siempre.

    Tercero, la gracia de Dios nos dice que él no necesita nuestro dinero. Él es el dueño de todo el mundo, de los bancos, de las financieras, de la tierra y del cielo. Lo que Dios quiere es que ejercitemos su gracia y que seamos tan generosos como él lo fue con nosotros. Lo que la gracia de Dios quiere es ayudar a los pobres, a los que están pasando hambre, y para eso nos involucra a nosotros. No hay otros medios. Dios no hace llover milagros desde el cielo para llenar un plato con comida en la mesa de los que perdieron el trabajo o no pueden trabajar porque están enfermos o por otras situaciones especiales. La gracia de Dios nos mueve a los cristianos a ser sus instrumentos en suplir las necesidades de otros. Así es como se ve la gracia de Dios.

    La gracia se ve cuando está en acción. Dios no solo dijo que nos amaba y que no quería que pasáramos la eternidad en el infierno. Eso no nos hubiera servido de nada. Lo que Dios hizo fue entrar en acción. Puso su gracia a funcionar y encarnó a su amado y precioso Hijo único y eterno para que sufriera la persecución, para que fuera expulsado de la sinagoga y condenado injustamente como si fuera el mayor criminal de la historia. Cuánta vergüenza, angustia y soledad pasó Jesús para poder cambiar nuestra situación, para que la gracia de Dios nos afectara, para que finalmente pudiéramos escuchar a Dios decirnos: ‘estás perdonado, no me debes nada, quiero que estés conmigo en el paraíso’.

    Estimado oyente, si esa gracia de Dios te tocó, puedes ser generoso. Porque aunque Dios no necesita de tus bienes, tu prójimo sí. ¿Y quién es tu prójimo? Es aquél que necesita apoyo, compañía, un abrazo, tal vez comida. Tu prójimo es, literalmente, quien está próximo a ti, aquel que tal vez ni se merece, desde tu punto de vista, recibir de lo que tú tienes.

    Los miembros de la primera iglesia cristiana cambiaron sus valores. En realidad, la gracia de Dios se los cambió. ¿Notaste que Pablo dice que la generosidad de los macedonios se desbordó en gozo, y que, aunque eran extremadamente pobres, le rogaron con insistencia a Pablo que les permitiera ayudar a los pobres de Judea? ¿Cómo alguien pobre puede desbordar de gozo y dar «en la medida de sus posibilidades, e incluso más allá de estas»? Solo la gracia de Dios puede estar detrás de tal movimiento. Solo la gracia de Dios puede llenar de gozo a quienes claman por poder ayudar.

    Es alentador ver cómo la gracia de Dios puede cambiar nuestro egoísmo en generosidad por el necesitado. Pero ¿es este el mensaje que el apóstol Pablo nos quiere dejar? ¿Que no seamos mezquinos con lo que tenemos? Solo en parte, porque lo que el apóstol más bien quiere que veamos es que en el reino de Dios no hay personas que nacen con estrella y otros que nacen estrellados. En el reino de Dios tampoco hay clase alta, ni siquiera clase media. Todos somos pobres pecadores que dependemos total y absolutamente de la gracia de Dios. Pablo quiere que veamos que la gracia que nos cambió la vida tuvo un costo tremendo: la vida del propio Hijo de Dios. Y esa gracia nos pone a todos al mismo nivel, para que como pueblo de Dios nos ayudemos unos a otros y le demostremos al mundo incrédulo cómo se puede ver la gracia de Dios.

    Estimado oyente, ¿cómo has sido beneficiado por la gracia de Dios? ¿Qué ha cambiado en tu vida porque alguien ejercitó la gracia de Dios contigo? Permíteme recordarte que la gracia de Dios no se acaba nunca y que nosotros estamos a tu disposición, por si de alguna manera te podemos ayudar a ver la gracia que Dios nos mostró en Jesús. Si tienes interés, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.