PARA EL CAMINO

  • Si Dios está con nosotros…

  • febrero 3, 2013
  • Rev. Carlos Velazquez
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Romanos 8:31-39

  • Sólo basta con leer el periódico para ver lo frágil que es nuestro mundo: crímenes, violencia, tornados, terremotos… todas estas realidades nos tientan a perder la confianza que nos da la fe. Cuando te enfrentas con las cosas más temibles del mundo… ¿qué haces?

  • ¿Qué nos depara el destino? ¿Qué te depara TU destino? Muchas personas no se animan siquiera a hacerse esta pregunta, y mucho menos a contestarla. Es comprensible, porque el sólo hecho de pensar en ello nos confronta con una incertidumbre real, e incluso con el miedo que surge de lo desconocido. Las cosas de todos los días ya nos dan suficientes motivos para sufrir, por lo que no queremos siquiera pensar en lo que pueda sucedernos mañana. Lo sé, porque yo he tenido días así en los últimos meses. Quizás tú te sientas hoy así.

    Un profesor de psicología de la Universidad de Harvard dice que esa incertidumbre es lo que impide que las personas sean felices. Según una encuesta realizada en los Estados Unidos, las personas «cada vez sonríen menos y se preocupan más, son menos felices, están más tristes, duermen menos, fuman más, y están más deprimidas». Lo interesante de esta encuesta, es que mostró que la causa de todo eso no es la falta de dinero, sino la INCERTIDUMBRE por no saber qué va a traer el futuro. En base a esto, el profesor concluyó que «un futuro incierto nos deja varados en un presente infeliz sin nada que hacer, excepto esperar».

    La Palabra de Dios elegida para hoy habla directamente a los desafíos que todos tenemos. Porque sin importar la edad que tengamos o la situación en que nos encontremos, cada uno de nosotros tenemos preguntas, preocupaciones y temores con respecto al futuro. Es cierto que ni yo ni nadie sabe específicamente, día a día, lo que nos espera en el futuro. Pero lo que sí podemos saber, y de lo que sí podemos estar totalmente seguros, es QUIÉN nos espera en ese futuro. Ese es el mensaje que quiero compartir hoy con ustedes.

    La Carta a los Romanos fue escrita para consolidar en los cristianos sus vidas eternas por fe en el mensaje de Jesucristo y su cruz… porque cuando confiamos en Jesucristo y su amor, el apóstol Pablo nos enseña que uno puede enfrentar TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS de la vida sin temor porque:

    «Dios está por nosotros… Estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir… ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.»

    La Carta a los Romanos fue escrita a las congregaciones nacientes en la ciudad de Roma, con el fin de fortalecer su fe sobre la base firme de la gracia de Dios a través de la fe en Jesucristo. Pablo dice que las Buenas Noticias del Evangelio son «el poder de Dios para salvación», aún en medio del sufrimiento y las pruebas de la vida. Porque Jesucristo tomó sobre sí nuestro sufrimiento y nuestra muerte y enfrentó nuestro futuro incierto, para que nosotros podamos vivir sin miedo y tener vida eterna.

    Quien tiene fe en Jesús puede mirar de frente al futuro, porque sabe que Jesús está en él. Sin embargo, la incertidumbre que nos acosa cada día sigue tentándonos a temer. Y nuestros temores a menudo nos hacen dudar de que las cosas sean así. Porque los miedos son reales, ¿no es cierto? Sólo basta con leer el periódico para ver lo frágil que es nuestro mundo: crímenes, violencia, drogas, abusos, gobiernos incapaces de resolver hasta los problemas más básicos de la población, inundaciones, tornados, terremotos… todas estas realidades nos tientan a perder la confianza que nos da la fe. Toda esta incertidumbre es más que suficiente para hacernos sentir temor, enojo, desánimo, y hasta para cuestionar nuestra fe. Se me ocurre que el apóstol Pablo diría: «Cuando te enfrentas con las cosas más temibles del mundo… ¿qué haces?»

    Christopher Hitchens, conocido autor norteamericano y ateo declarado, se encuentra en una situación así. Recientemente le diagnosticaron cáncer. Con su usual candor y claridad describe de la siguiente manera su batalla con tan feroz enfermedad: «Me siento oprimido por un sentimiento de desperdicio que me consume por dentro. Tenía muchos planes para mi próxima década de vida. Pensaba que ya había trabajado lo suficiente como para merecerlos. ¿Será que no voy a vivir para ver a mis hijos casados? A la pregunta tonta de ‘¿Por qué yo?’, el universo apenas se molesta en responder: ‘¿Por qué no?’ A veces desearía estar sufriendo por una buena causa, o arriesgando mi vida por el bien de otros, en vez de simplemente ser un paciente en estado grave. Sin embargo, permítanme decirles que, cuando uno se sienta en un cuarto con otros enfermos terminales y unas personas muy amables le traen una bolsa transparente enorme llena de veneno para inyectarle en el brazo (la quimioterapia), y uno se queda allí sentado mientras la bolsa con el veneno gradualmente se vacía dentro del cuerpo, uno se siente inundado de pasividad e impotencia, como si fuera azúcar disolviéndose en un vaso de agua.»

    Temor, incertidumbre, impotencia… Es precisamente cuando tenemos esos sentimientos, que el apóstol Pablo dice que el amor de Cristo nos sostiene. Y, sólo para aclarar, Pablo no era un gran teólogo, sino un creyente y líder de la primera iglesia cristiana que creció en medio de la persecución y las pruebas. Para Pablo, estas palabras no son simplemente ‘palabras’. Él las decía con convicción, porque eran una realidad en su propia vida. Pablo había pasado de ser perseguidor de cristianos, a ser perseguido por ser cristiano. Por esa razón fue castigado, encarcelado, e intimidado… por creer en Jesucristo. Por eso es que él quiere que tú y yo sepamos que la fe en Jesucristo es suficiente para enfrentar cualquier desafío que la vida nos presente.

    La Biblia dice que el mundo es un lugar lleno de pecado, de rebelión, de incertidumbres, de miedos reales. Lo mismo sucede en el corazón de cada persona. Así que, si alguna vez has tenido miedo, incertidumbres, rebeliones, o si te has sentido agobiado por los desafíos de la vida, escucha nuevamente lo que escribió Pablo para ti:

    «Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… No, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó.»

    Así que la fe enfrenta el futuro con valor, como sólo la fe puede hacerlo. ¿Por qué? Porque la verdadera fe pone su confianza sólo en Jesucristo. Por fe sabemos que Jesucristo ha visto el terror de este mundo en su máxima expresión… él ha visto la inmensidad del pecado, el temor y las incertidumbres de la vida en formas que tú y yo siquiera podemos imaginar. Él sabe que hay fuerzas satánicas que escapan toda descripción humana. Jesús no sólo ha visto esas realidades, sino que las ha sufrido en carne propia y las ha vencido. Es por ello que, cuando él promete algo, lo hace con la autoridad de quien ha vencido la muerte, la tumba y el diablo. Ese Jesús es quien hoy nos dice a mí y a ti…

    • Nunca te dejaré ni te abandonaré…
    • Nada podrá separarte de mí…
    • Tus pecados son perdonados…
    • Pase lo que pase, estás en manos de tu Buen Pastor.

    La fe confía en Jesús y su amor aún en medio de las incertidumbres de este mundo, porque el creyente está seguro en las manos de su Salvador crucificado y resucitado. Recuerda que enseguida después de su resurrección, Jesús le mostró a Tomás las marcas de los clavos en sus manos y pies, diciéndole: «¿Ves estas marcas? Deja de dudar, y cree». Esas marcas estaban en el cuerpo del Salvador resucitado. Ésas eran las marcas de la muerte que había sufrido por ti y por mí. Esas marcas eran la prueba de que el infierno que él soportó por ti y por mí, a causa de nuestros pecados, es un infierno que ni tú ni yo vamos a tener que enfrentar y soportar. Esas marcas quieren decir que él se dejó picar por el «aguijón de la muerte», para que ni tú ni yo tengamos que ser picados por él.

    Una madre joven y su hija fueron a acampar. En realidad a ella no le entusiasmaba mucho la idea de dormir en una carpa, pero su hija apenas podía esperar a que llegara el momento. Así que sacó licencia en el trabajo y, en vez de hacer algo que a ella le gustara, se dispuso a pasar el fin de semana largo con su hija en una carpa en el medio de la nada. Luego de un día lleno de actividades, madre e hija se dispusieron a dormir. Justo cuando la niña estaba subiendo el cierre de la carpa, se metió una abeja que comenzó a buscar desesperada cómo salir de su prisión momentánea, sin lograrlo. Por su parte, madre e hija trataban también desesperadamente de deshacerse de la abeja, pero también sin obtener resultados. Finalmente, y ante los gritos de la niña, la madre logró pegarle a la abeja que, a su vez, la picó en la palma de la mano.

    Ante esto, la madre le pidió a la niña que dejara de gritar, pero la niña le dijo: «¡Pero si la abeja todavía está dando vueltas dentro de la carpa!» Entonces la madre le explicó: «Es cierto, pero ya no debes tener más miedo, porque el aguijón de la abeja está en la palma de mi mano. Las abejas solamente tienen un aguijón, y ésta ya lo usó, así que no te puede picar». Una vez que la abeja estuvo fuera de la carpa, y con la niña ya calmada, madre e hija pudieron disfrutar de una bien merecida noche de descanso.

    De la misma manera, en los momentos en que tú y yo más lo necesitamos, cuando tenemos más miedo, Jesús nos dice: «mira mis manos… yo ya me hice cargo del aguijón de la muerte… ya no tienes nada que temer». Esto no quiere decir que en esta vida no vamos a tener problemas ni que a veces no vamos a tener miedo. Lo que sí quiere decir, es que los problemas y los miedos que podamos tener no nos van a inmovilizar ni a dejar incapacitados… sí quiere decir que podemos enfrentar con confianza los desafíos del mañana, porque sabemos que el amor de Dios en Cristo Jesús es una realidad en nuestras vidas.

    El otro día estaba comentando con mi esposa que, en medio de todos los desafíos que estamos pasando en estos momentos de transición, una cosa que me mantiene con los pies en la tierra, e incluso me renueva la alegría, es saber que estoy compartiendo mi vida con las dos personas a quienes tanto amo: con ella y con nuestra hija. Más aún, sé que el amor que ellas me tienen es incondicional, por lo que puedo confiar en ellas con los ojos cerrados, lo cual es una inmensa bendición. Imagínense, entonces, lo que significa tener fe en el amor eterno de Jesús para nuestras vidas hoy, y por la eternidad.

    Lo que Pablo nos está diciendo es que, cuando nos parece que el mundo se nos viene encima, cuando estamos pasando por un momento de transición, cuando sentimos que estamos solos, cuando todo lo que tenemos es a Jesús y nuestra fe en él… Pablo nos dice que esto es suficiente. Pero todavía hay más. No se trata simplemente de no tener miedo del presente o de los desafíos que el futuro pueda traernos. No. Por fe recibimos esta confianza y valor con un propósito: para actuar como mensajeros de Dios y compartir nuestra confianza con las personas que se encuentran inmovilizadas por las incertidumbres y los miedos de la vida.

    Los cristianos somos llamados a compartir el mensaje de amor de Dios en medio del caos y el miedo que reina en el mundo. Como seguidores de Cristo somos llamados a proclamar con coraje y sin temor el poder de la fe en él y la seguridad de su amor, de tal manera que muchos más lo conozcan y crean en él.

    Cuando iba de viaje con su esposa, un pastor de Irán se detuvo en una pequeña población para comprar agua. Antes de entrar al negocio, el pastor vio que, en la vereda, recostado contra la pared del negocio, había un hombre sosteniendo una ametralladora. La esposa del pastor, viendo la cara de ese hombre y el arma que llevaba, le dio una Biblia a su marido y le dijo: «Dale esta Biblia a ese hombre». Por su parte el pastor, luego de mirar al hombre, que llevaba una barba larga, y su ametralladora, le contestó: «No creo que sea bueno». Pero la esposa insistió: «De veras. Dásela. Por favor, dale esta Biblia».

    Con el fin de evitar una discusión, el esposo le dijo: «Está bien, voy a orar y veré qué hago». Y con eso se fue dentro del negocio a comprar el agua. Luego volvió al automóvil, lo encendió, y comenzó a alejarse. Su esposa lo miró, y le dijo: «No le diste la Biblia, ¿no es cierto?» Sin quitar la vista del camino, él le respondió: «No. Oré, pero no era el momento oportuno para hacerlo». Con voz tranquila, la esposa le dijo: «Deberías haberle dado la Biblia», y luego inclinó la cabeza y se puso a orar. Fue entonces que su marido pegó la media vuelta, y le dijo: «¡Está bien! Si quieres que me mate, se la voy a dar».

    Cuando llegaron nuevamente al negocio, el hombre con la ametralladora todavía seguía parado contra la pared. El pastor se le acercó y le puso la Biblia en la mano. Cuando el hombre la abrió y vio que era una Biblia, se puso a llorar. «Yo no vivo aquí», le dijo, «tuve que caminar durante tres días para llegar hasta este poblado». Pero un ángel se me apareció y me dijo que caminara hasta este poblado y que esperara hasta que alguien me diera el Libro de la Vida. Gracias por darme este Libro».

    A partir de ese momento, ese pastor pasó a ser un testigo valiente de Cristo. Eventualmente, junto con muchos otros compañeros de la iglesia iraní, fue martirizado por causa de su fe… pero no antes de compartir las Buenas Noticias de la vida eterna y de la fe en Jesucristo con miles de personas que nunca antes las habían escuchado.

    Como creyentes en Jesucristo no somos llamados a un simple «sobrevivir» cada día en fe. No. La fe nos llama a confiar en Jesucristo, a enfrentar los desafíos de cada día en su nombre no sólo por nosotros, sino también por los demás. Somos llamados a ser agentes de cambio en la vida de los demás, proclamando su amor infinito y su reino eterno en medio de las incertidumbres, la desesperanza, y la desesperación que son tan reales en nuestro mundo de hoy.

    Como dice Pablo, nada puede separarnos de su amor. Con fe en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, todas las cosas, tanto las bendiciones como los desafíos de este mundo, se convierten en oportunidades para vivir como vencedores en su nombre.

    * El poder de la fe está en su objeto… y el objeto de la verdadera fe es Jesucristo y su infinito amor;

    * La seguridad de la fe para la salvación y la vida eterna ganadas por Jesús son nuestras por gracia;

    * La confianza que nos da la fe para enfrentar el futuro, sin importar lo que el futuro nos depare, descansa en saber que Jesús va a tener la última palabra en la vida de todos los que confían en él.

    Mi oración hoy es que tú puedas enfrentar el futuro con la confianza que da la fe en las palabras:

    «Si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros… estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.»
    Amén y amén.

    Si de alguna forma podemos ayudarle, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones.