PARA EL CAMINO

  • Somos el rebaño de Dios

  • abril 30, 2023
  • Rev. Germán Novelli Oliveros
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Juan 10:1-10
    Juan 10, Sermons: 6

  • Cristo vino al mundo para dar vida abundante allí donde el pecado había sembrado muerte, hurto y destrucción. Jesús es el Buen Pastor que en nuestro Bautismo nos hace parte de su rebaño, que nos cuida y protege, que sana nuestras heridas y que nos guía para que no caigamos en las trampas de ladrones y pastores extraños que quieren alejarnos de Dios y de la verdad.

  • «El Señor es mi Pastor, nada me faltará» (Salmo 23:1). Este quizás sea uno de los salmos más conocidos en toda la tierra. Lo he escuchado en infinidad de mensajes bíblicos, lo he visto colgado en la pared de un montón de hogares, lo he oído inclusive en boca de personas que no son creyentes o que no tienen mucho conocimiento bíblico, y en algunos sitios de Latinoamérica la gente lo coloca en muchas partes, inclusive en el vidrio trasero de sus automóviles o en los buses del transporte público.

    Estoy seguro de que la mayoría de ustedes también lo conocen, y se me ocurre que la mayoría de ustedes también sabe que este salmo lo compuso el famoso Rey David, uno de los líderes más importantes en toda la historia de Israel. De la descendencia del Rey David nacería el Mesías prometido por Dios, tal y como había sido profetizado cientos de años antes de que esto ocurriera. Ahora bien, ¿Sabías que David, antes de ser el poderoso, hábil y encantador Rey David, era un pastor de ovejas? De hecho, él no fue el único gran líder del Antiguo Testamento que se dedicó a las ovejas antes de ser usado para los propósitos de Dios. ¡Hubo algunos más! Moisés, otro personaje conocido en las Escrituras, el gran liberador que sacó al pueblo israelita de Egipto, fue también pastor de ovejas. La Biblia en varias ocasiones, para referirse a Israel o al pueblo de Dios, utiliza la ilustración de un gran rebaño donde Dios es el Pastor.

    ¡Muy bien! Cuando pensamos en un rebaño, hay dos elementos muy obvios que me gustaría dejar claros antes de adentrarnos en el evangelio de esta semana, Juan 10:1-10.

    Por ejemplo: es obvio que en todo rebaño tiene que haber ovejas. Es cierto que hay rebaños de otros animales, pero en el caso particular de este texto nos concentraremos en las ovejas, porque es el grupo animal usado por Cristo para esta enseñanza. Recuerden que si el rebaño es el pueblo de Dios, nosotros vendríamos a ser esas ovejas. ¿Qué más hay en un rebaño? ¿Cuál es el otro elemento obvio en todo rebaño? ¡Un pastor! Todo rebaño tiene a su pastor, y en el caso de los cristianos nuestro pastor es Cristo, o como Él mismo se describe a sí mismo: Jesús es el Buen Pastor (Jn. 10:11). La Iglesia también es vista como el rebaño de Dios en la tierra, y es por eso que nuestros líderes, ministros y sacerdotes, son conocidos como pastores.

    En los tiempo de Jesús, donde todo era muy rústico, los pastores acostumbraban a construir cercados hechos con rocas o vigas de madera, para poder mantener a las ovejas en el redil. Estas cercas o muros, también podían mantener alejados a los animales salvajes y a los ladrones. Siempre había una sola puerta por donde entraban y salían el pastor y sus ovejas. En las noches los pastores dormían en esa única puerta, para asegurarse que nada ni nadie entrara o saliera, por lo que ellos prácticamente se convertían en ese portal que bloqueaba la entrada al redil.

    Viendo esto de esta manera, ahora tiene mucho sentido cuando Jesús dice en el verso 7: «De cierto, de cierto les digo: Yo soy la puerta de las ovejas». Jesús quería dejar algo claro aquí: Él no solamente era el Buen Pastor que protege a las ovejas, sino el único acceso al redil de Dios. Él es el «camino, la verdad, y la vida», leemos en Juan 14:6; o como dice San Pablo en 1 Timoteo 2:5: «el único mediador entre Dios y los hombres».

    Pero el rebaño de Dios, al igual que cualquier otro rebaño, tiene que enfrentar grandes amenazas. El texto, en el primer versículo, habla de ladrones o salteadores, aquellos que saltan la cerca para echar mano de las ovejas del rebaño. «De cierto, de cierto les digo: El ladrón y el salteador es el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que trepa por otra parte… El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir» (Jn. 10:1, 10).

    Por la tanto, si entendemos al pueblo de Dios como un rebaño, y a Jesús como el Pastor y la puerta del redil, ¿a qué o a quiénes se refiere Jesús con estos ladrones que acechan para hurtar, matar y destruir? ¿Quiénes son estos ladrones y salteadores? ¿A quién le estaba hablando Jesús en ese momento? Para comprender esto y contestar estas preguntas, es necesario, como hacemos cada vez que estudiamos la Palabra de Dios, que entendamos primero el contexto.

    En Juan 9, el capítulo anterior a nuestro texto para hoy, Jesús había sanado a un ciego de nacimiento. Los fariseos y líderes judíos estaban furiosos porque Jesús había hecho un milagro extraordinario, una señal que por cierto dejaba en evidencia su divinidad y su poder como Hijo de Dios, y echaba abajo toda teoría farisea que señalaba a Cristo como un farsante o un falso mesías. Acostumbrados a aprovecharse del rebaño de Dios y de su estatus, los líderes religiosos se habían enojado tanto que interrogaron al hombre sanado por Jesús y a su familia, hasta que, al comprobar que había sido ciego toda la vida, lo echaron a patadas de aquél lugar.

    Es muy probable que Jesús haya usado esta parábola del redil y del Buen Pastor para mostrar que: los creyentes son el pueblo de Dios, o su rebaño; que Jesús es el Pastor de las ovejas; y que estos salteadores o ladrones son aquellos que solo quieren aprovecharse del rebaño, hurtar, matar y destruir al pueblo de Dios, y que rechazaron al Salvador enviado por Dios. De estas personas, de estos falsos líderes religiosos, de estos aprovechadores y ladrones, los creyentes tenemos que estar alertas y huir.

    Dice Jesús en los versos cuatro y cinco, que el pastor del rebaño: «…una vez que ha sacado a todas sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo siguen, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de gente extraña». Y es aquí donde creo que encontramos la clave de este texto y hermosa parábola: para poder seguir a su pastor, la oveja debe conocer y escuchar su voz.

    La voz de Dios, la voz de nuestro Jesús, no es otra que el dulcísimo mensaje de su evangelio, la Palabra del Señor. Cuando escuchamos su Palabra, cuando no despreciamos su predicación, sino que la estudiamos frecuentemente y la recibimos con atención, el Espíritu Santo obra fe en nuestros corazones y nos ayuda a comprenderla, protegiéndonos de seguir a falsos maestros y falsos mensajes. Cuando escuchamos a Jesús, nuestro Buen Pastor, permanecemos en el rebaño protegidos por su amoroso cuidado, y somos guiados y formados por su poderosa Palabra, que nos mantiene cerca de Él y alejados de los ladrones y salteadores que menciona el texto.

    Desafortunadamente, muchas ovejas han preferido otros caminos y se han alejado del rebaño de Dios. Algunas, al no relacionarse con Dios y su Escritura, han seguido voces de otros pastores y han caído como presa fácil de estos ladrones y salteadores. Muchas veces nosotros mismos hemos optado por vivir fuera del redil y seguir nuestros impulsos, nuestros estilos de vida tan cerca del mundo y tan lejos de Dios, y nos hemos declarado en rebeldía contra el rebaño y contra nuestro Buen Pastor. El pecado, al igual que los ladrones de este relato, también hurta, mata y destruye.

    Sin embargo, el texto finaliza con una frase bellísima de Jesús, y es la que quiero que grabes en tu mente en este día. Dice Jesús en el verso 10: «…Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia».

    Cristo vino al mundo para dar vida abundante allí donde el pecado había sembrado muerte, hurto y destrucción. Jesús es el Buen Pastor que en nuestro Bautismo nos hace parte de su rebaño; que cuando somos heridos por estos ladrones o por nuestra rebeldía, viene y sana nuestras heridas. Cristo es el Buen Pastor que deja las noventa y nueve y viene a nuestro rescate para traernos de regreso al redil. Él es el Buen Pastor del rebaño de Dios que va delante guiándonos, y que nos habla en su Palabra para que nunca olvidemos su voz y no caigamos en las trampas de ladrones y pastores extraños que quieren alejarnos de Dios y de la verdad.

    Jesús es el Buen Pastor que conoce y da su vida por las ovejas. Y es por eso que un día tomó la cruz para pagar en ella el castigo que nosotros merecíamos y sufrir la muerte que a nosotros nos tocaba padecer a causa de nuestros pecados. Pero este Buen Pastor venció a la muerte y al tercer día resucitó, y lo hizo para que nosotros tengamos vida, para que tengamos vida en abundancia, para que en nosotros exista la esperanza de la vida eterna y la confianza de saber que en Jesús nuestros pecados han sido perdonados.

    Jesús es tu Buen Pastor, y todos los creyentes somos por gracia y fe el rebaño de Dios, y podemos descansar seguros porque andamos bajo su protección.

    Dice el Señor: «…el que por mí entra, será salvo; y entrará y saldrá, y hallará pastos» (Jn. 10:9). Él es nuestro Pastor y nada nos faltará, en campos de verdes pastos nos hará descansar. ¡Aleluya! ¡El Señor ha resucitado en verdad! A Cristo sea toda gloria y toda alabanza, ahora y siempre. Amén

    Si quieres saber más sobre Jesús, nuestro Buen Pastor, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas las Naciones.