PARA EL CAMINO

  • Tentaciones hechas a medida

  • marzo 1, 2009
  • Rev. Dr. Ken Klaus
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Marcos 1:9-1
    Marcos 1, Sermons: 12

  • Satanás puede decir cualquier cosa con tal de lograr que hagamos lo que él quiere. El Señor sólo dice lo que es necesario para salvarnos del pecado, de la tentación, y de nosotros mismos.

  • Hace alrededor de 2.500 años, Esopo contó varias fábulas. Una de ellas comienza con un águila sentada en la rama de un árbol. A su lado estaba sentado un papagayo que, al ver lo triste que estaba el águila, le preguntó: «¿Cómo es posible que el ave más majestuosa que existe esté tan afligida?» Con mucha tristeza, el águila le respondió: «Por más que busco, no logro encontrar pareja». Después de un momento, el papagayo le sugirió: «Es que no es fácil. ¿Por qué no te casas conmigo?» El águila se dio vuelta para mirarlo, y le preguntó: «¿Serás capaz de cuidarme?» Herido en su orgullo por tal pregunta, el papagayo respondió: «Por supuesto que sí; más de una vez he llevado avestruces con estas garras».

    Como no tenía otras ofertas, el águila aceptó casarse con el papagayo. Enseguida después de la ceremonia, el águila le dijo a su esposo: «Nunca comí avestruz, ¿podrías traerme una para la cena?» En un segundo el papagayo se había ido. En dos segundos estaba de vuelta, pero no con una avestruz, sino con un ratón; un lamentable y patético ratón que además, por el olor que tenía, se veía que hacía bastante que había muerto. Ofendida, el águila le dijo: «¿Así es como cumples tu promesa?» A lo que el papagayo contestó: «Yo sólo dije lo que sabía que tenía que decir para lograr que hicieras lo que yo quería».

    Esta fábula describe con mucha claridad la forma en que el diablo ha estado tentando a la humanidad desde el principio del tiempo. Satanás ha mostrado que es capaz de hacer y de decir cualquier cosa que sea necesaria con tal de lograr que hagamos lo que él quiere. En el Jardín del Edén se les apareció a Adán y Eva, y con mucha suspicacia les sugirió que probaran la fruta prohibida. «¿Cómo les va a hacer mal?», les preguntó, diciéndoles que Dios debía haberse equivocado. El resto de la historia todos la sabemos: ellos le hicieron caso, y desde ese día todos hemos estado comiendo el fruto prohibido de la tentación.

    Al leer la Biblia encontramos historias de hombres y mujeres a quienes se los conoce como los héroes de la fe. Todas esas historias están llenas de valor, coraje, devoción, lealtad y fe. Pero la mayoría de las veces sólo vemos un lado de ellas, por lo que muchos piensan que esos héroes de la fe eran perfectos. Sabemos que Noé construyó el arca, que Moisés separó las aguas del Mar Rojo, que Elías resucitó a un niño, y que David mató al gigante Goliat con una honda. Todos ellos fueron tan buenos, que al lado de ellos, creemos que no valemos nada.

    Sin embargo, cuando leemos toda la historia de la vida de estos héroes, descubrimos que las cosas no son tan así. Es cierto que por el poder del Señor y la dirección del Espíritu Santo, estos héroes de la fe tuvieron sus momentos muy especiales. Pero también es cierto que hicieron cosas que no debían haber hecho. Y no sólo una o dos, sino muchas.

    Noé construyó el arca, pero también se emborrachó. Abraham fue el padre de todas las naciones, pero sus mentiras le causaron problemas, y el tener relaciones con sus sirvientas le produjo serias consecuencias. Moisés fue un gran líder, pero antes había sido un asesino, y a propósito desobedeció a Dios. Conocemos a David como el gran rey guerrero, pero también fue adúltero y asesino. Elías hizo milagros y hasta hizo que bajara fuego del cielo, pero también se escondió en cuevas y se quejó porque estaba solo. El Antiguo Testamento está lleno de héroes de la fe que sucumbieron a las sugerencias de Satanás.

    No vaya a pensar que eso sólo pasaba en esa época. La Biblia dice: «No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque.» (Eclesiastés 7:20) Pedro, uno de los grandes apóstoles, tuvo casi tantos momentos de fe como de duda o negación: caminó sobre el agua, pero también se hundió; confesó que Jesús era el Hijo de Dios, pero también trató de convencerlo para que no hiciera lo que era necesario para salvarnos. Prometió ser fiel, pero cuando Jesús lo necesitó estaba durmiendo. Pedro estuvo presente en el tribunal del sumo sacerdote mientras enjuiciaban a Jesús, pero luego cobardemente maldijo y hasta negó conocer al Salvador.

    Se me ocurren por lo menos 3 razones por las cuales el Espíritu Santo puso estas historias en las Escrituras. La primera: porque el Señor quiere que sepamos que, por naturaleza y por elección, todo ser humano es un pecador que merece la condenación temporal y eterna. Usted es pecador, yo soy pecador, y hasta la persona más buena del mundo es pecadora.

    La segunda razón por la cual estas historias están en la Biblia es porque el Señor quiere que sepamos que las tentaciones del diablo son hechas «a medida». El diablo sabe cuál es su punto débil. Él lo está estudiando a usted continuamente y conoce sus gustos. Cuando usted lee el periódico o mira las noticias y se asombra que alguien haya podido hacer algo tan deplorable, Satanás toma nota de sus reacciones. Él está dispuesto a trabajar día y noche para descubrir las cosas que usted ama y las que odia. Porque entonces, cuando él está pronto y usted no, se le va a aparecer con una tentación hecha a su medida, única y exclusivamente para usted. Quizás le rechace 10.000 diseños, pero en algún momento va a encontrar uno que le llame la atención y le capture la mente y el corazón.

    Es posible que sus amigos y familia le traten de advertir de esa tentación, y quizás hasta le digan que está loco por tomarla en serio. Pero usted ya no escucha, porque lo único que escucha es una voz más fuerte que le dice: «Todo el mundo hace cosas malas, muchísimo peores que esto». Y como la tentación cada vez le resultaba más cómoda, ignora lo que los otros le dicen y hasta lo que el Señor espera de usted. «Si no les gusta lo que hago, lo voy a hacer cuando no me vean», piensa, y así tranquiliza su conciencia.

    La tercer razón por la cual creo que esas historias están en la Biblia, es porque el Señor quiere que sepamos que, aún cuando nosotros estemos cómodos con nuestras tentaciones, Él no lo está. Satanás puede decir cualquier cosa con tal de lograr que hagamos lo que él quiere. El Señor sólo dice lo que es necesario para salvarnos del pecado, de la tentación, y de nosotros mismos.

    Por eso es que envió a su hijo Jesucristo al mundo. Porque sabía que por nosotros mismos no podríamos cambiar. Si íbamos a cambiar, sería sólo por el poder del Espíritu Santo y a través del sacrificio de nuestro Salvador.

    En su Evangelio, Marcos nos muestra cómo trató Jesús las sugerencias de Satanás. Resumiendo casi seis semanas de la vida de Jesús, Marcos escribe: «Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás» (Marcos 1:13 LBLA). Lo que Marcos no describe es la naturaleza de esas tentaciones, pero si Satanás se prepara para tentarnos a nosotros, imagínese cómo se habrá preparado para tentar a Jesús. La razón es clara: si el diablo logra separarle a usted de Dios, gana un alma; pero si hubiera logrado apartar a Jesús del plan de salvación, hubiera ganado al mundo entero. Es por eso que ideó tentaciones especiales para Jesús. Con la primera trató de ganar a Jesús a través de su necesidad física, diciéndole que convirtiera en pan algunas piedras. No es que Jesús no pudiera hacerlo… la prueba está en que poco tiempo después multiplicaría el almuerzo de un niño y con ello alimentaría a miles de personas. Jesús podía hacerlo, pero no lo hizo. No lo hizo porque sabía que no debía prestar atención a ninguna sugerencia u oferta de Satanás.

    Al ver que esa tentación le había fallado, el diablo le ofreció a Jesús un ‘atajo’, diciéndole: ‘Jesús, no hace falta que cargues con los pecados de la humanidad. No tienes por qué soportar la traición, los golpes, los latigazos. Mira a las personas a quienes se supone que vas a rescatar. Tu iglesia te va a llevar a la cruz; tu gobierno te va a condenar; tus discípulos te van a abandonar. ¿Por qué no haces un gran milagro y haces que las personas crean en ti?’

    La verdad es que Jesús hizo muchos milagros, algunos de ellos mucho más grandes que nada de lo que Satanás propuso. Pero los hizo en su debido tiempo, y de acuerdo a su voluntad. Jesús quería que las personas creyeran en él como Salvador, y no como un simple mago o curandero. Jesús recordó que era el Hijo de Dios que había sido enviado a decir: ¡NO! a las mentiras del diablo.

    Pero el diablo no se dio por vencido. Sabiendo que una de las cosas más buscadas por el hombre es el poder, Satanás llevó a Jesús a una montaña muy alta, y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor, le dijo: «Todo esto te daré si te postras y me adoras». (Marcos 4:8-9)

    Sin embargo Jesús, que había estado presente en la creación del mundo, no estaba interesado en gobernar este mundo. Él quería gobernar los corazones, las mentes, y las almas de los hombres. Su objetivo no era ser un rey temporal, sino el Rey eterno de nuestras almas inmortales. Eso fue exactamente lo que dijo cuando lo estaban juzgando: «Mi reino no es de este mundo», le dijo a Poncio Pilatos, y luego agregó: «-Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.» (Juan 18:36-38)

    Espero que usted entienda que, si quiere saber la verdad, debe escuchar a Jesús. Pero, ¿cuál es esa verdad que necesita escuchar? Muy simple: que Jesús es la verdad, y el diablo no. Preste atención: desde el principio del tiempo Satanás ha sido un asesino, y como en él no existe la verdad, nada de lo que dice es verdad. La mentira es parte de su ser. Por algo se lo llama «el padre de toda mentira».

    En cambio Jesús siempre dijo la verdad. Estaba diciendo la verdad cuando dijo que había venido para buscar y salvar a quienes estaban perdidos; estaba diciendo la verdad cuando dijo que había venido a dar su vida como rescate por muchos. Estaba diciendo la verdad cuando prometió que sería crucificado y que al tercer día se levantaría de entre los muertos. Y como su resurrección realmente sucedió, podemos creerle cuando nos dice que todos los que creemos en él nunca moriremos.

    Adán y Eva fueron salvos porque creyeron la verdad de Dios. Noé fue salvo porque creyó. Moisés, el Rey David, el apóstol Pedro, todos ellos creyeron en Jesucristo como su Salvador y recibieron perdón de sus pecados y salvación. El poder del Espíritu Santo había sacado a relucir las mentiras y las tentaciones del diablo. La luz de Jesús había demostrado que las ofertas que el diablo había hecho «a medida» no eran más que trucos y engaños. Sólo quien se vuelve de las tentaciones del diablo a la liberación que ofrece Jesús, puede ser salvo. Eso fue lo que los héroes de la Biblia descubrieron.

    La esposa de un pastor salió a comprarse un vestido. El pastor confiaba en que su esposa no iba a gastar mucho, pues sabía muy bien que el dinero era escaso. Pero cuando regresó de sus compras y le mostró el vestido precioso que se había comprado, se quedó con la boca abierta. Sin perder la calma, le preguntó: «¿Por qué?». A lo que ella contestó: «Porque el diablo me tentó; me dijo que me quedaba muy bien». «Entonces», le preguntó el marido, «¿por qué no le dijiste: ‘apártate de mí, Satanás’?» «Sí, si se lo dije», le contestó ella, «pero entonces él se corrió para atrás, y me dijo: ‘de atrás también luce muy bien’, y así me convenció».

    Así es como trabaja el diablo. Nos dice lo que queremos escuchar, con tal que lo sigamos a él en vez de al Salvador que dio la vida como rescate por nuestra salvación. Si usted lo ha estado escuchando, es hora de que se aparte de sus mentiras y engaños y se acerque a Jesús, que siempre fue, es, y será, la única verdad. Crea en Jesucristo, y será salvo.

    Si de alguna manera podemos ayudarle para que conozca la verdad de Aquél que vivió, murió y resucitó para salvarle, llámenos al número que se dará a continuación. Amén.