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PARA EL CAMINO
TEXTO: 1 Corintios 1:18
El Señor quiere que nos dejemos de tonterías, y que recibamos el perdón y la esperanza de la vida eterna en el cielo que él nos ofrece.
Tonterías. Hoy vamos a hablar sobre las tonterías. Se me ocurre que el mundo está dividido en dos grupos de personas: las que hacen tonterías, y las que observan las tonterías que los demás hacen. Usted sabe bien a cuál grupo pertenece. En realidad, en algún momento todos hacemos cosas tontas… cosas que no tienen sentido. Por ejemplo: si usted le dice a una persona que en el universo conocido hay 48 trillones, 987 billones, 215 millones, 861 mil, 238 galaxias, lo más probable es que esa persona responda diciendo: «¿Tantas? No lo sabía, pero es asombroso, ¿no es cierto?». En otras palabras, esa persona va a creer lo que usted le está diciendo, aun cuando no hay cómo saber si realmente hay 48 trillones, 987 billones, 215 millones, 861 mil, 238 galaxias en el universo. Por otro lado, es bien claro que, cuando alguien pone un letrero que dice «pintura fresca» en una pared, es para advertir que no se debe tocar, ¿no es cierto? Sin embargo, ¿cuántas veces hemos tocado esa pared recién pintada para comprobar si era cierto? Tonterías.
En un principio, mi idea era hablar de las tonterías que he visto hacer a otras personas, pero el consenso general de las personas con quienes trabajo fue que tenía que confesar las mías, así que les pedí que me dieran ejemplos de tonterías que me hubieran visto cometer. Aquí van algunos. Una persona me recordó que, aunque hace más de nueve años que trabajo en el mismo edificio, todavía me llevo por delante las puertas de vidrio… y que, como si eso no fuera suficiente, aun cuando no lo hago, trato de abrir la puerta empujándola en vez de tirando de ella. Mi asistente, por su parte, me recordó que la semana pasada yo había llamado a un número equivocado, lo cual es cierto. Pero también es cierto -le recordé- que le pedí disculpas a la persona que atendió. Mi asistente estuvo de acuerdo, pero luego agregó: ‘la primera vez… porque en seguida volvió a llamar al mismo número y, cuando se dio cuenta que era el equivocado, colgó sin decir nada’.
Siguiendo con más tonterías… un amigo me recordó de la vez que estábamos en mi casa mirando un partido de fútbol. Aparentemente, cada vez que yo quería subir o bajar el volumen tenía que apretar muchas veces los botones del control remoto, y rezongaba porque no me respondían como debían, por lo que él me preguntó: ‘¿Cuánto años tiene tu televisor?’ Le dije que lo había comprado hacía siete años. Entonces él me volvió a preguntar: ‘¿Cuánto hace que no le cambias las pilas al control remoto?’ ¿Las pilas?, le dije, nunca le cambié las pilas. Tonterías. Todos hacemos tonterías. Si cree que usted es la excepción a la regla, pregúntele a su familia, a sus amigos, o a sus compañeros de estudio o de trabajo, y verá que no es así. A veces las tonterías que hacemos no son importantes y no causan mayores problemas. Pero otras veces no es tan así.
En la carta que le escribió a la iglesia en la ciudad de Corinto hace 2.000 años, el apóstol Pablo habló sobre las tonterías que como seres humanos cometemos. Por ejemplo, en 1 Corintios 1:18, Pablo dice: «El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería a los que van a la perdición; pero este mensaje es poder de Dios para los que vamos a la salvación». En otras palabras, Pablo está diciendo que el mundo está dividido en dos grupos: un grupo está formado por quienes son salvos. Estas personas creen que el sacrificio hecho por Jesucristo con su vida, sufrimiento, muerte y resurrección, es algo maravilloso y de increíble importancia que les cambia la vida y la eternidad para siempre. En contraste con este grupo se encuentra el otro grupo, cuyos integrantes creen que la obra realizada por el Hijo de Dios al ocupar nuestro lugar bajo la ley no es más que una tontería y que, quienes lo creen, no son más que unos pobres tontos.
Permítanme explicar. Los que hemos recibido fe en Jesús, y que sabemos que nuestros pecados fueron perdonados cuando él dio su vida en la cruz pagando el precio de nuestro rescate, no podemos hacer otra cosa que confiar plenamente y tener una estrecha relación con nuestra Salvador. Por otro lado, quienes creen que son buenos así como son, y por lo tanto no necesitan un Salvador, dicen que la historia de Jesús no es más que una farsa inventada por los débiles (o sea, nosotros) que no tienen el coraje y la auto-estima suficiente como para vivir la vida sin apoyarse ni confiar en nadie.
Durante mucho tiempo estos últimos, los que creen no necesitar un Salvador porque piensan que son auto-suficientes, no expresaban abiertamente lo que pensaban. Por miedo a que sus opiniones jugaran en su contra, o en contra de sus familias, esas personas prefirieron callarse la boca y no desafiar las creencias religiosas de quienes les rodeaban. Pero los tiempos han cambiado. Por muchas y muy variadas razones, vivimos hoy en una época en que lo normal es expresar abiertamente lo que uno cree o siente, al menos en nuestras sociedades occidentales.
Los terribles escándalos que han acontecido dentro de la iglesia, las leyes que han prohibido la práctica del cristianismo en muchos espacios públicos, y los ataques constantes que el mundo del cine y la televisión hacen a todo lo que sea moral, tradicional o cristiano, han dado a los incrédulos el coraje que necesitaban para expresar sus opiniones públicamente. Es cierto que algunos lo hacen con mucha altura y respeto, pero la mayoría las expresa con una gran ira y frustración. Es triste reconocerlo, pero en realidad demuestran una falta total de consideración y respeto por los cristianos, diciendo que somos demasiado cerrados, demasiado estrictos, ignorantes, atrasados, y hasta anticuados. En el mundo pos-moderno en que vivimos, donde todo es relativo, nada es definitivo, y cada uno es dueño de su propia verdad según le conviene, una de las preguntas más comunes que les escuchamos hacer es: ¿Cómo pueden creer en alguien que dice ser dueño de la verdad? O, ¿cómo pueden creer que la sangre de Jesucristo es la única forma en que Dios ofrece perdón y vida eterna a sus hijos reconciliados?
En el lado opuesto a ellos estamos los cristianos. Siguiendo el ejemplo de San Pablo, nosotros concluimos que esa actitud no es más que una triste, lamentable y trágica tontería. Sabemos que el mundo está lleno de toda clase de tonterías, pero creemos que no hay tontería más dolorosa que ver a un alma perdida que rechaza el amor y la libertad que se recibe a través de la fe en Jesucristo. ¿Cómo explicarlo? Para nosotros, los cristianos, la postura del incrédulo es peor que la del hombre que se está ahogando pero aún así se niega a subir al bote salvavidas; o peor que la del enfermo de neumonía que se niega a que le den una inyección de penicilina; o peor que la del condenado a muerte que se niega a aceptar el perdón de su condena. Pablo está en lo cierto cuando dice que el mundo es tonto. Pero esta clase de tontería no es divertida ni hace reír. Al contrario, es una tontería muy triste que lleva a un vacío en esta vida, y que aleja a la persona para siempre de la vida eterna en el cielo.
Hemos visto las dos posiciones totalmente opuestas y absolutamente incompatibles. Sabiendo que las dos no pueden estar en lo cierto, ambas se esfuerzan por convencer a la otra de que su postura es la correcta. En realidad estas diferencias y confrontaciones no son nuevas. Pablo bien podría haber escrito sobre ellas, porque las mismas batallas se libraron también en su época y, si el Señor no viene antes, también se librarán dentro de 2.000 años. Los participantes y protagonistas son diferentes, pero las dudas y las luchas del corazón, de la mente, y del alma humana, siguen siendo las mismas.
Aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Aun cuando a usted no se le haya ocurrido pensar seriamente acerca de estas cosas, o aun cuando usted se jacte de que nunca habla o discute acerca de religión o política, la realidad es que usted está a favor, o en contra de Jesús. Porque por más que uno trate o quiera, no es posible mantenerse neutral; uno no puede ser un simple espectador. Jesús es su Salvador, o no lo es; usted confía en él para su eternidad, o no. La respuesta es ‘sí’ o ‘no’; no puede ser ‘tal vez’, o ‘más o menos’, o ‘un poco’, o ‘quizás’.
Es por ello que quiero alentarlo a que piense seriamente en todo esto. Piense en estas perspectivas y puntos de vista diferentes. El Señor le llama para que usted confíe en él, para que consagre su vida a él, y para que viva en agradecimiento por todo lo que él hizo por usted a través del sacrificio de su Hijo. El mundo, por su parte, le insiste para que viva por sus propios medios, confiando solamente en usted mismo. Y para lograrlo quiere hacerle creer que usted es auto-suficiente, por lo que no necesita a Dios. ¿Qué va a hacer? ¿Cuál de las dos posturas va a seguir? Es fácil ver que los dos grupos no pueden estar en lo cierto. Pero entonces, ¿cuál de ellos tiene la verdad? ¿A cuál de ellos se debe unir usted?
La respuesta es fácil. Usted debe hacer lo que es correcto. Y lo correcto es seguir al grupo que cree en lo correcto. Y no, no estoy tratando de confundirlo ni haciendo un juego de palabras. Estoy tratando de darle un argumento. Tenemos dos grupos que dicen estar en lo correcto. Dos grupos que se deleitan en señalar los errores de los otros, que se burlan de sus fallas, y se ríen de sus tonterías. ¿De qué lado debe ponerse usted? La pregunta inevitable que uno debe hacer cuando tiene que tomar una decisión tan fundamental, es: ¿hay algo que pueda ayudarme a decidir? Y en este caso me alegra poder decir que sí lo hay. Hay algo que puede darle la respuesta a todas sus preguntas. Hubo un momento, y fue un momento real en la historia de la humanidad hace casi 2.000 años, que contiene todas las respuestas que usted está buscando: fue el día en que Jesucristo resucitó de entre los muertos. El cristianismo afirma tener la verdad, porque se basa en ese único acontecimiento.
Si Jesucristo resucitó de la muerte, entonces todo lo que la fe cristiana dice acerca de sí misma es verdadero, y el mensaje de salvación que recibimos por gracia a través del sacrificio del Salvador puede ser creído. Es casi como el efecto dominó. Si Jesús resucitó, entonces es cierto que conquistó la muerte. Si conquistó la muerte, entonces él es el Hijo de Dios, el Mesías prometido y profetizado en el Antiguo Testamento. Si él es el Mesías, entonces ha vencido al diablo y triunfado sobre nuestro pecado, para que todo el que cree en él sea salvo. Si él ha hecho estas cosas, entonces debemos creerle cuando dice: «Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí» (Juan 14:6). Si Jesús nos ha reconciliado con el Padre, entonces somos salvos y recibimos el perdón que él nos ganó y la certeza de la eternidad en el cielo. Por otro lado, si Jesús no resucitó de la muerte, entonces nuestra fe es en vano y los cristianos somos, como diría el otro grupo, unos pobres tontos dignos de lástima.
Uno de los argumentos que más de moda está en nuestros días es decir que en realidad Jesús nunca murió en la cruz. Mi respuesta a ese argumento, es la siguiente: a través de los siglos, los romanos crucificaron miles, cientos de miles de personas, y ninguna de esas personas fue bajada de la cruz a menos que estuviera bien muerta. ¿Por qué? Porque permitir que un criminal sobreviviera su crucifixión hubiera significado la muerte para quienes estaban a cargo de su ejecución. Pero todavía hay más evidencias de que es imposible que Jesús no hubiera muerto de verdad. El apóstol Juan, quien fuera un testigo ocular de la crucifixión de Jesús, registra que después que un soldado romano le clavara a Jesús una lanza en el costado de su cuerpo con la finalidad de verificar si estaba muerto, por la herida salió sangre y agua. Y eso, queridos oyentes, es algo que sucede únicamente cuando la persona ha estado muerta por un tiempo. No tienen por qué creerme a mí; pregúntenle a cualquier médico o profesional de la salud.
Luego de haber aclarado la pregunta sobre la veracidad de la muerte de Jesús, pasemos ahora a la siguiente pregunta que la mayoría de las personas se hace, que es: ¿es cierto que Jesús resucitó de entre los muertos al tercer día? Una vez más, espero poder ayudarles a responder esta pregunta, diciéndoles lo siguiente: los amigos de Jesús VIERON al Señor vivo. Es probable que más de uno de ustedes piense: ‘Quizás lo que vieron no fue más que un producto de su imaginación, fomentado por el dolor provocado por la muerte de su Señor’. Y es un buen razonamiento, totalmente lógico y comprensible. Pero la verdad es que los discípulos no sólo vieron al Señor resucitado, sino que también tuvieron la oportunidad de tocarlo, de escucharlo, y de comer con él. Una tras otra, todas estas cosas fueron sucediendo. Entonces, ¿qué decimos? ¿Será cierto que Jesús resucitó? Los discípulos creyeron que sí lo hizo. Y tan convencidos estuvieron de su resurrección, que por ella soportaron ser torturados, apedreados, y sufrir muertes terribles. De acuerdo a lo que nos dice la tradición, a uno de ellos lo despellejaron estando vivo. ¿Sería usted capaz de sufrir tal agonía para defender algo que fuera mentira?
¿Qué puedo hacer para ayudarle a comprender? ¿Ayudaría en algo si le dijera que la historia del cristianismo habría terminado si se hubiera encontrado el cuerpo de Jesús? El cadáver de Jesús habría puesto fin a toda predicación; eso es seguro. Pero la verdad es que su cuerpo nunca ha sido encontrado. Es cierto que después de unos pocos días en el calor del medio oriente un cadáver se parece mucho a cualquier otro cadáver. Pero también es cierto que nadie se apareció nunca con un cadáver diciendo que era el cuerpo de Jesús. ¿Por qué no? ¡Porque demasiadas personas habían visto a Jesús vivo! Créase o no, la verdad es que la resurrección de Jesucristo de la muerte es el acontecimiento más y mejor documentado que cualquier otro acontecimiento del mundo antiguo. Eso es lo que nosotros creemos, y esas son las razones por las cuales lo creemos.
Pero si quieren tener la opinión de una persona del otro grupo, alguien que expresa claramente su filosofía, permítanme que les presente al famoso británico Bertrand Russell, filósofo, matemático, escritor, y hombre brillante. Durante casi toda su vida Russell rechazó abiertamente al Salvador Jesucristo. Esto es lo que él escribió con respecto a la vida y la muerte: «La vida de un hombre es una marcha larga a través de la noche, rodeado de enemigos invisibles, torturado por el cansancio y los dolores, hacia un objetivo que pocos pueden esperar alcanzar, y en donde nadie puede permanecer mucho tiempo. Al marchar, uno tras otro nuestros camaradas desaparecen de nuestra vista, presas de las órdenes silenciosas de la muerte omnipotente. Breve e impotente es la vida del hombre. Una condena segura, sin misericordia y oscura, cae sobre él.»
Si esa oscuridad es la opción a creer en el Salvador, quien es la luz del mundo, yo me quedo con el Señor y Redentor viviente. Tanto él como yo le invitamos a ser parte de la familia de la fe. Para ello, Si de alguna forma podemos ayudarle, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.