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PARA EL CAMINO
En este domingo los cristianos recordamos el Bautismo de nuestro Señor Jesucristo. La cultura y creencias erradas nos hacen pensar que el Bautismo es una obra humana, es decir, algo que hacemos nosotros por Dios y no la obra del Señor en nosotros. Por eso nos preocupamos más por la fiesta, los padrinos, y la parafernalia, y dejamos a un lado lo mejor del Bautismo: la gracia. De principio a fin, el Sacramento es la obra de amor de Dios por nosotros, quien –sin esperar nada a cambio– envió a Su único Hijo a cumplir toda justicia con su vida, bautismo, muerte y resurrección.
Que la paz y la bendición de Dios estén contigo en esta hora en la que le pido al Padre que abra tu corazón y tu mente para que recibas con amor este mensaje que hemos preparado para ti. Amén
Mi querido amigo: El Bautismo de Jesús nos conecta con una palabra de gran importancia cuando hablamos de Dios: la gracia.
Es tal vez uno de los términos al que frecuentemente nos referimos con cierta connotación religiosa, que está lleno de mucho significado bíblico, pero que quizás usamos muy poco en nuestras conversaciones de todos los días. Piensa un poco: ¿Cuándo fue la última vez que dijiste esta palabra? ¿En qué contexto la usaste?
Cuando indagamos sobre el término «gracia» encontramos una larga lista de definiciones: «un atributo», «una cualidad», «algo atractivo».
Sin embargo, en la iglesia lo utilizamos mucho, y más de una vez me he preguntado si los creyentes conocemos su significado.
¿Qué es la gracia en tu relación con Dios? ¿De qué se trata la gracia de Dios en la persona de Jesús?
Cuando nos hacemos estas preguntas, lo que respondemos nada tiene que ver con las primeras definiciones que seguramente encontraremos en el Internet o el diccionario.
La gracia de Dios es recibir el favor de nuestro Creador sin merecerlo. Es tener Su perdón, Su amor, la salvación, todo esto dado a nosotros sin que nosotros hiciéramos algo para obtenerlo… es algo que Dios nos da sin esperar nada a cambio. Y es sobre esto que quisiera hablarte hoy.
El texto del evangelio nos lleva en un viaje a las aguas del Río Jordán. Allí había llegado un hombre bastante particular: se vestía diferente, comía cosas diferentes, y además les hablaba a las personas de una manera diferente. Este hombre no era el Mesías, ni el Salvador prometido, ni el libertador que muchos esperaban. Se llamaba Juan (también conocido como El Bautista) y -para hablar de sí mismo- siempre decía: Yo solo he venido a preparar el camino del verdadero protagonista de esta historia. Dice el texto:
«Juan les dijo a todos: ‘A decir verdad, yo los bautizo en agua, pero después de mí viene uno que es más poderoso que yo, y de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado. Él los bautizará en Espíritu Santo y fuego'».
Quisiera contarte una historia que tal vez te ayude a comprender un poco mejor el tema de la gracia, y quiero además que juntos logremos ver el Sacramento del Bautismo como una obra de gracia.
Hace algún tiempo leí la historia de un hombre muy bueno al que llamaremos José. Pepe, como le decían sus amigos, estaba casado, era un hombre piadoso, que le gustaba hacer cosas por otros. A veces su esposa le decía que la gente se aprovechaba de él, pero esto no le importaba mucho. Él se sentía bien ayudando a los demás. Una noche, manejando camino a casa, José vio que había una mujer de avanzada edad a un lado de la carretera, al parecer estaba accidentada. Estaba lloviendo, estaba oscuro, y la zona se veía algo peligrosa. Nuestro héroe no dudó ni un momento, detuvo su carro, y en medio de la tormenta se dispuso a ayudar a la señora. Pues déjame decirte que la señora, al ver a José, tuvo miedo, desconfianza, y le dijo: No se preocupe que voy a llamar a una grúa. Pero nuestro amigo, al ver que simplemente se trataba de una llanta sin aire, solo dijo: «No se preocupe usted señora, que en unos minutos se la arreglo… mejor vaya dentro del auto que la lluvia pudiera hacerla enfermar».
Efectivamente, en cuestión de minutos el buen Pepe se encargó de todo, y con una sonrisa de satisfacción invitó a la señora a seguir su rumbo. La señora, que se veía muy sofisticada y con mucho dinero, sacó unos billetes y quiso compensar a José por su acción, a lo que éste le dijo: «Quédese tranquila, mi señora. En este mundo estamos para ayudarnos. Si en verdad quiere pagarme, haga algo bueno por alguien apenas tenga la oportunidad».
José pudo pasar de largo y seguir su camino a casa esa noche. José pudo terminar enfermo por pasar tanto tiempo bajo la lluvia arreglando la rueda de aquel auto. José pudo ser víctima del hampa en medio de la oscuridad. José incluso pudo quedarse con el dinero, que era bastante, por cierto. Pero no lo hizo, sencillamente decidió hacer algo bueno por esta abuelita, a quien le dio una invitación de ayudar a los demás, y lo hizo sin esperar nada a cambio.
Así es la gracia. Dios nos da cosas muy importantes: Su amor, Su perdón, cuidado, la salvación eterna, y no debemos hacer nada para conseguirlo pues Él lo hace todo. Es gratis para nosotros, pero no te creas, fue muy costoso para Él.
Dios, sin esperar nada a cambio, sabiendo que era imposible para nosotros alcanzar la salvación, y sabiendo además que nuestro destino era la muerte y condenación eterna, se hizo un ser humano y vino al mundo, y aquí sufrió la muerte que ustedes y yo merecíamos a causa de nuestros muchos pecados. A esto es lo que nos referimos cuando hablamos de la gracia que el Padre ha manifestado a través de Jesús.
¿Y qué tiene todo esto de la gracia que ver con Jesús y el Bautismo?
Para entender esto mejor, ¡Volvamos al río Jordán!
«Un día en que todo el pueblo estaba siendo bautizado, también fue bautizado Jesús. Y mientras Jesús oraba, el cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma. Entonces vino una voz del cielo, que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco'».
Cuando leemos los catecismos de la iglesia, allí encontramos los beneficios del Bautismo. Dice el Doctor Martín Lutero en uno de ellos:
El Bautismo efectúa perdón de los pecados, redime de la muerte y del diablo, y da la salvación eterna a todos los que lo creen, tal como se expresa en las palabras y promesas de Dios (Catecismo Menor del Dr. Martín Lutero. El Sacramento del Bautismo, II).
¿Entonces Jesús fue bautizado para así salvarse de la muerte, el diablo, y la condenación?
¡De ninguna manera!
La Biblia enseña que Jesús nunca pecó. Dice San Pablo que: «Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios» (2 Corintios 5:21).
Jesús no necesitaba ser bautizado, pues no tenía ningún pecado que limpiar, ni tampoco necesitaba la salvación. Jesús lo hizo porque en amor no quiere alejarse de los pecadores, sino más bien hacerse uno de ellos por su bautismo, para que así nuestro bautismo tuviera sentido.
En las aguas del bautismo, Cristo no lavó sus pecados, sino los tuyos. En esas aguas ahogó al viejo Adán, es decir nuestra naturaleza pecaminosa, para que ustedes y yo pudiéramos resucitar con Él, y tener vida eterna por Él. Jesús hizo esto para que tú amigo, o tú amiga, pudieras escuchar en tu bautismo la voz de Dios diciéndote: eres mi hijo amado, eres mi hija amada, «en quien me complazco».
¿Te acuerdas de Pepe ayudando a la abuelita sin esperar nada a cambio?
El Bautismo es Jesús ayudándote en tu vida rota y desinflada por tus pecados. El Bautismo es Jesús siendo tu paraguas ante la lluvia de problemas que abundan en tu día a día. EL Bautismo es Jesús siendo luz en la peligrosa oscuridad que genera en tu andar el diablo y sus ataques contra ti.
Durante mis años como pastor de iglesias, he visto cómo nuestra cultura hace del Bautismo una obra humana donde son más importantes la ropa del bautizado, los padrinos, los regalos, la fiesta, y no lo que Dios hace en el Sacramento. Siento que a veces creemos que el Bautismo es sobre nosotros haciendo algo por Dios, cuando en realidad es todo lo contrario.
El Bautismo es Dios viniendo a tu vida, a la vida de todo bautizado, dándote la salvación de forma gratuita y sin que tengas que hacer algo, es la gracia de Dios en plena acción. Es Dios perdonándote de principio a fin, es Dios acompañándote en todo momento, y lavando con esas aguas y con su preciosa sangre, cada uno de tus pecados.
¿Quién necesita ser bautizado? ¿Quién necesita este baño de gracia?
¡Todos! Recuerda que todos hemos pecado. La carta de San Pablo a los Romanos nos dice: «por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; 24 pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús…» (Romanos 3:23-24).
Por gracia, Dios nos amó, nos redimió, y nos prometió que en Jesús, en Su Palabra, y en los Sacramentos, particularmente en el del Bautismo, encontraríamos la gracia de Dios para nosotros. Y esta promesa es para ti, para tus hijos, y para todos. Como leemos en el libro de los Hechos, capítulo dos:
«Y Pedro les dijo: ‘Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, para todos los que están lejos, y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame'».
Aquella noche, después de la lluvia, una llanta averiada, y la ayuda de aquél desconocido, la anciana mujer no dejaba de sentirse culpable por haber pensado mal de José, quien la ayudó sin esperar nada a cambio. Ella manejó un poco más, y luego se detuvo a comer algo en un restaurante de carretera en aquel pueblo. Una mujer embarazada fue su camarera, quien la atendió con mucho cariño y le ofreció una toalla limpia para secarse un poco los estragos de la fuerte lluvia. Impresionada por la atención, y cómo esta mujer embarazada todavía estaba trabajando tan tarde en la noche a pesar de estar en estado, la dama recordó las palabras de José sobre ayudar a alguien más y no dudó en usar el dinero que quería darle a José como una buena propina para la camarera.
Cuando la mujer se fue, y la camarera regresó a la mesa para limpiarla y recoger su propina, encontró el generoso regalo y una nota que decía: Cuando tengas la oportunidad pasa la bendición a alguien más.
La camarera lloraba de emoción, y al regresar a casa le dijo a su esposo: ¡Pepe! ¡He conseguido el dinero que nos faltaba para pagar el hospital donde nacerá nuestro bebé!
Mis amigos… la gracia es Dios obrando en tu vida y trayéndote a Él. Jesús fue bautizado para lavar allí tus pecados y los míos. Jesús fue a la Cruz, para obrar allí la redención de tus pecados y los míos. Jesús resucitó al tercer día para lograr que tú y yo podamos también vivir para siempre en el reino que Dios nos ha prometido, y que no tiene fin.
Estas bendiciones no vienen a ti porque las merezcas, ni porque hayas hecho algo para lograrlas. Vienen a ti por gracia de Dios, porque Su amor por ti es más grande que tus problemas, tus pecados, y tus propias limitaciones. Estas bendiciones son gratis para ti, pero no para Dios, quien pagó por ellas no con oro ni plata, sino derramando la valiosa sangre de Jesús en la cruz del calvario.
¿Qué te parece si tal y como hizo Jesús en su Bautismo nosotros también oramos?
Amado Dios, gracias porque en el Bautismo de Jesús, Tu Hijo cumplió toda justicia en favor de nosotros los pecadores. Permite que todos los creyentes abracemos con fe la bendición de ser bautizados, pues esto nos hace también tus hijos. En el nombre de Jesucristo, Amén.
El Bautismo es la obra de la gracia de Dios, es Dios haciendo mucho por ti, cuando tú no podías hacer nada. Si ya fuiste bautizado, te invito a que honres tu bautismo todos los días, recordándolo con amor y viviéndolo haciendo cosas por los demás, así como Dios lo hizo todo por ti en la persona de Jesucristo.
Si no has sido bautizado, o hay alguien en tu familia que deba ser bautizado, o si quieres saber más sobre el Bautismo y sus beneficios, a continuación, te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.