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PARA EL CAMINO
TEXTO: Filipenses 3:8-14
Filipenses 3, Sermons: 3
Alguien dijo que perseverar es ‘trabajar duro a pesar de las dificultades, hasta terminar lo comenzado’. A mí me gusta más pensar que perseverar es ‘dar un paso más aún cuando uno ya no tiene más fuerzas’. Pero, ¿de dónde sacamos fuerzas para seguir adelante en medio de los problemas?
El 4 de julio de 1952, Florencia Chadwick, quien entonces tenía 34 años, se lanzó a las aguas de la costa de la Isla Catalina, con la intención de nadar 21 millas hasta la costa del sur de California. Si lograba completar la travesía, se convertiría en la primera mujer en lograrlo. Pero el agua estaba helada y la niebla era tan densa, que Florencia apenas podía ver los botes que la acompañaban. Como si eso fuera poco, de pronto comenzaron a aparecer tiburones. Los hombres que iban en los botes no tuvieron más remedio que hacer uso de sus armas y de su buena puntería para mantenerlos alejados de ella.
Poco a poco, el agua helada que le entumecía el cuerpo, y la neblina que no le permitía ver, comenzaron a afectarla. Quince horas después de haber empezado a nadar, totalmente abatida pidió que la sacaran del agua. Los músculos ya no le respondían más. Su madre y entrenadora, que iba a su lado en un bote, trataba de alentarla a que no se rindiera, diciéndole que casi estaban llegando a la costa. Pero cuando Florencia miraba hacia adelante, todo lo que podía ver era una cortina de niebla que lo cubría todo. Por lo tanto se rindió, y salió del agua. Momentos después supo que, increíblemente, ¡sólo le faltaba media milla para llegar a la costa! Más tarde, cuando su cuerpo comenzó a entrar en calor y a reaccionar, el shock del fracaso la abrumó. Ante la insistencia de un reportero, dijo: «No estoy buscando excusas, pero si hubiera podido ver la costa, probablemente hubiera llegado».
Como humanos que somos, nos gusta ver a las personas que hacen cosas temerarias, y escuchar a los expertos o a los gurús que han «hecho cosas grandes», porque creemos que, de alguna manera, el éxito de ellos quizás un día también pueda ser nuestro éxito. El problema es que casi siempre nos encontramos con una cortina de niebla… casi siempre aparece algo insuperable. Porque hasta las grandes proezas logradas por los más fuertes, y los grandes logros conseguidos por los mejores líderes, eventualmente se desvanecen con el paso de los años.
Pablo comparte hoy con nosotros el poder de la fe en Jesucristo que persevera aún frente a los grandes desafíos… una fe que camina confiada hacia el futuro, y que nunca se desvanece en el pasado. Pablo descarta la idea que la razón de tal poder se encuentre en nosotros. Él no se jacta de sí mismo, de sus habilidades, estatus, o autoridad, sino que dice que nada de eso sirve cuando se lo compara con el poder de conocer a Cristo, sino que el poder y la victoria de la vida cristiana se concentran en una sola palabra: FE. La fe que persevera confiando en el Dios que da vida y salvación a todos los que creen en él.
Pablo dice: «No es que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto, sino que sigo adelante por ver si logro alcanzar aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús.»
El poder de la fe que persevera, el poder para seguir adelante en la vida es, primero que nada, la capacidad de saber lo que realmente vale en la vida. Porque cuando tenemos fe en Jesucristo, nuestras prioridades cambian. Pablo dice: «Y a decir verdad, incluso estimo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.» Porque una vez que conocemos a Jesucristo, que es Dios hecho carne por nosotros que vivió, murió, y resucitó para que podamos tener vida eterna en su nombre, ¿qué otra cosa podemos querer? Pablo dice que nada, absolutamente nada se compara con tener a Jesucristo.
Cuando por medio de la fe el Señor Jesús es nuestro Salvador, tenemos poder para decir que «no» a los engaños y a las expectativas exageradas. Déjenme que les explique. En general, las personas son demasiado exigentes, o demasiado tolerantes consigo mismas. Por su parte, Cristo dice: «Sean honestos consigo mismos». Cuando confiamos en él, dejamos que él haga su voluntad en nuestra vida. Y la vida de fe en Jesús significa que podemos ser honestos con nosotros mismos. Eso es tener poder para decir que «no» a los engaños. Es darnos cuenta que ni siquiera nuestros mejores esfuerzos son suficientes, que el pecado y el fracaso nos siguen a todos lados, pero que Jesucristo está con nosotros dispuesto a darnos perdón y el amor que sólo él puede dar.
Tal honestidad nos trae más buenas noticias todavía, porque para quienes tenemos fe en él, su futuro es también nuestro futuro: gracias al sacrificio, muerte y resurrección de Jesús, la esperanza de la vida eterna es ahora una promesa real para nosotros. ¡Nada de engaños, sino grandes expectativas! ¡Ese es el poder de la fe que Jesucristo nos da a todos los que creemos en él! ¡Es el poder que nos permite enfrentar la vida de cada día con alegría y esperanza, más allá de lo que nos depare el futuro! Dicho de otra manera: el poder de la fe que persevera se encuentra en el hecho de saber que lo único en la vida que es más importante que cualquier otra cosa, es la fe en Jesucristo.
Alguien dijo que perseverar significa: ‘trabajar duro a pesar de las dificultades, hasta terminar lo comenzado’. Pero a mí me gusta más la siguiente explicación que dice que perseverar es: ‘dar un paso más, cuando uno ya no tiene más fuerzas’. ¿De dónde sacamos la fuerza para hacer algo así? ¿Qué hace que una persona se esfuerce por dar lo mejor de sí misma cuando está pasando por momentos de crisis y enfrentando todo tipo de obstáculos? Nuestra sociedad valora mucho a las personas que perseveran, porque ve en ellas un destello de lo que la humanidad podría llegar a ser si de alguna manera todos nos esforzáramos en dar lo mejor de lo mejor. El problema es que, por lo general, las personas que la sociedad valora son las que ‘tienen fe en sí mismas’. Son personas que, sin lugar a dudas, logran hacer ‘grandes cosas’, al menos cuando las comparamos con otros.
Hace unos años, Michael Jordan, considerado el mejor jugador de básquetbol de la historia, hizo un comercial de televisión que decía algo así como: «En mi carrera como basquetbolista erré más de 9.000 tiros al cesto, perdí alrededor de 300 partidos, 26 veces se me confió para que hiciera el tiro que iba a ganar el partido y lo perdí, y en mi vida privada fallé una y otra vez. A todo eso debo mi éxito.»
Sin lugar a dudas, Michael Jordan estuvo dispuesto a dar ‘un paso más’ cuando la mayoría de nosotros no lo hubiera hecho. Pero si le preguntáramos por qué tuvo éxito, diría que fue porque tuvo fe en sí mismo. Ahora, no estoy negando que tal fe en uno mismo nos puede ayudar a lograr grandes cosas… pero sólo puede ayudarnos hasta cierto punto, y nada más. Pero esa no es la clase de fe de la que estamos hablando hoy aquí. La fe que el mundo necesita para perseverar no está basada en el esfuerzo personal de unos pocos famosos privilegiados. El pecado y el sufrimiento que existe en la vida de cada ser humano necesitan una fuente y recurso para la vida y la salvación mucho más grande de lo que ninguna persona puede proveer. Y ese recurso sólo puede venir de Dios, y de nada ni nadie más.
Al morir en la cruz y resucitar de entre los muertos, Jesucristo dio ‘un paso más’ cuando nadie más podía dar otro paso. No lo hizo para demostrar su grandeza ni para hacerse famoso… lo hizo porque nos ama y porque quiere que tengamos la vida que solamente él puede darnos. Jesús dio el paso necesario para que todos nosotros pudiéramos ser salvos. Él no murió solamente por sus amigos y compañeros, sino también por sus enemigos… por ti y por mí. Pablo lo supo, lo creyó, y eso le cambió la vida. De la misma forma, Jesús es el único que puede cambiar nuestra vida y darnos fuerza para perseverar en la fe en él… para que podamos dar ‘un paso más’ cuando ya no nos quedan más fuerzas. Con el poder perseverante de la fe en Jesús, podemos enfrentar cualquier cosa que la vida nos presente, pues en Cristo somos vencedores.
«No es que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto, sino que sigo adelante, por ver si logro alcanzar aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús», dice Pablo.
En Jesús también tenemos poder para olvidar el pasado. La mayoría de nosotros, si somos honestos con nosotros mismos, tenemos la tendencia a vivir en el pasado, a la vez que tememos el futuro. A menudo idealizamos el pasado y exageramos las incertidumbres del futuro. Sin embargo, en Cristo podemos conquistar el pasado. Todos los pecados y la culpa que cargamos, todo el peso de los errores y fallas cometidas o de las expectativas y sueños no realizados, todas esas cosas pueden quedar enterradas cuando las depositamos a los pies de la cruz. Dice San Pablo en 2 Corintios 5:17: «De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!»
Uno de los textos que más me gustan de la Biblia es el de Efesios 2:8-10, donde dice: «Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie. Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.»
¿Qué significa esto para nosotros hoy? Que el pasado ha pasado… el pasado queda en el pasado. Borrón y cuenta nueva. Gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, podemos dejar de lado para siempre todas las cosas que en su momento no debimos haber hecho o dicho. Gracias a lo que Jesús hizo por nosotros, podemos comenzar a vivir la vida que él nos ha preparado y nos ofrece, la vida que no sólo pone bajo tierra el pasado que nos avergüenza, sino que también nos impulsa con fuerza, valor y alegría, mirando hacia el futuro con esperanza.
Con el poder perseverante de la fe en Jesús, tú puedes enfrentar cualquier cosa que la vida te presente. En él hay poder más que suficiente para seguir adelante. La mayoría de nosotros tenemos miedo del futuro porque el temor a lo desconocido nos paraliza. A medida que avanzamos en la vida, la incertidumbre acerca del futuro se nos hace más y más evidente.
Frente a eso, el poder de la fe en Jesucristo dice: ‘Por supuesto que va a suceder. La vida sigue su curso. Entonces, ¿dónde buscas la fuerza para enfrentar el futuro: en ti mismo, o en mí?’ La fuerza para seguir adelante y hacer frente a cualquier cosa que la vida nos depare, la encontramos en el hecho que Cristo ya ha conquistado el futuro por nosotros, en Jesús resucitado, quien está sentado a la diestra del Padre y que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Él es nuestra seguridad en la incertidumbre de la vida. Nosotros somos su pueblo, él es nuestro Salvador.
Jesús nos ha abierto un nuevo camino y nos ha marcado el sendero por el cual podemos andar confiados, porque él quitó todos los obstáculos que podrían habernos superados. Al hacer esto nos dio la posibilidad de seguirle, viviendo sin temor y sirviendo a los demás ahora y por siempre, con el poder que él nos da para dar ‘un paso más’, aún cuando creamos que ya no podemos más. Damos ‘un paso más’ en su nombre cuando amamos con su amor y perdonamos con su perdón. Damos ‘un paso más’ cuando vivimos nuestra vida como él vivió la suya, y esperamos con seguridad la salvación que él nos prometió.
¿Puedes imaginarte el amor de Dios? ¿Logras imaginar la vida vivida con una fe tan grande que te da poder más que suficiente para hacer frente a cualquier tormenta? ¡Es como si Jesús estuviera haciendo todo lo que fuera necesario para que tú y yo podamos vivir esa vida que él quiere que vivamos! ¡Es como si nada ni nadie pudiera detenerlo de derramar sus bendiciones sobre nosotros, más allá de las circunstancias que estemos enfrentando!
Todo esto me recuerda la historia de un padre que estaba tratando de enseñarle a su hijo cómo batear una pelota de béisbol. El problema era que el niño era bastante pequeño, y además le faltaba práctica para poder pegarle a la pelota en forma consistente. Así es que ese padre se propuso hacer lo que todo padre, en su lugar, haría: llevó a su hijo al parque, y comenzó a tirarle la pelota una y otra vez para que él practicara. El padre le tiraba la pelota, el niño erraba; el padre la tiraba otra vez, el niño volvía a errarle. Y así siguió sucediendo muchas veces, hasta que el niño comenzó a desanimarse y a batear cada vez más despacio. Al darse cuenta de ello, el padre, para tratar de levantarle el ánimo y alentarlo, le dijo: «Hijo, tu responsabilidad es mirar fijo a la pelota y balancear el bate lo más fuerte que puedas. Mi responsabilidad es pegarle al bate con la pelota». Después de varias horas de ‘balancear su bate’ con mucha determinación, el niño le dijo a su padre: «Papá, ¿podemos seguir mañana? Hace horas que estamos practicando, y todavía le sigues errando mucho al bate».
En algún momento todos experimentamos un fracaso. Pero la fe que persevera nos da la determinación para seguir adelante, porque las promesas de Dios para nuestra vida siempre se van a cumplir… al final, ¡siempre se van a hacer realidad! Es por ello que debemos seguir adelante, debemos dar ‘un paso más’, porque nuestro Salvador ha hecho todo lo que era necesario para que podamos vivir vidas triunfantes ahora, y recibir luego la salvación eterna.
Con su muerte en la cruz y su resurrección de entre los muertos, Jesucristo disipa la niebla y nos muestra, con total claridad, la solución que Dios nos da para nuestro pasado, y la promesa que nos ofrece para nuestro futuro.
¿Recuerdan la historia que conté al principio de este mensaje acerca de Florencia Chadwick? Florencia trató de cruzar a nado el Canal Catalina en California, pero luego de nadar quince horas en el agua helada se dio por vencida… porque la niebla le impidió ver que sólo le faltaba media milla para llegar a la costa.
Dos meses después de ese fracaso, Florencia se zambulló al agua en el mismo lugar, y completó la travesía en un tiempo récord… y todo porque, esa vez, ¡pudo ver la costa!
De la misma manera, la cruz y la tumba vacía de Jesucristo disipan la niebla y nos permiten ver la certeza de lo que nos espera a todos los que confiamos en él como Señor y Salvador de nuestras vidas. Tal fe nos da poder para superar nuestro pasado, para enfrentar nuestro futuro, y para perseverar en vivir la vida con alegría y en servicio a los demás.
Una de las cosas más lindas de ser cristiano es descubrir las sorpresas que el Señor tiene preparadas para darnos cada día. Que el poder de la fe te dé fuerzas para seguir dando ‘un paso más’, y te acompañe en este día y para siempre. Si de alguna forma podemos ayudarle, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén