PARA EL CAMINO

  • Unidad sobrenatural

  • mayo 29, 2022
  • Pastor Lincon Guerra
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Juan 17:20-26
    Juan 17, Sermons: 5

  • Jesucristo hizo todo lo que estaba a su alcance para a unirnos al Padre en una misma fe y en un mismo Espíritu. Así como intercedió por sus discípulos, el Señor sigue intercediendo hoy por nosotros y por aquellos que creerán en él por el mensaje de la Palabra, para que conozcan el amor del Padre a través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

  • Este tema es sumamente importante para la iglesia. Tan importante que, antes de su muerte y al despedirse de sus discípulos, Jesús hace esta poderosa intercesión al Padre pidiendo no solo por los que ya habían creído en él, sino también por todos nosotros, los que habríamos de creer mucho tiempo después. Es muy importante porque forma parte de la misma esencia de Dios. Sin ella, la iglesia no sería eficaz en cumplir su misión en esta tierra. Me refiero a la unidad.

    Muchos han dicho en diferentes ocasiones que la unidad es armonía. De igual manera que en la música, donde un grupo de notas, acordes y ritmos se unen en un mismo tono y tiempo formando una unidad perfecta, una armonía musical. O, por el contrario, donde no hay unidad en las notas, se forma algo discordante, algo que molesta al oído, algo desagradable. Ahora, cada nota es individual y diferente de la otra, pero al formar música deben trabajar unidas. De la misma manera cada individuo que Dios ha creado es diferente, con sus propias características, proviene de diferentes contextos, diferentes experiencias, tiene sus propios talentos, dones, habilidades, conocimientos, etc., pero al formar grupos con otros individuos todos deben trabajar unidos para que haya comunión, armonía, unidad.

    Este era el plan original de Dios desde el principio. Una de las cosas que vemos claramente en la creación es que a Dios no le pareció bueno que el hombre estuviera solo (Gn. 2:18), así que dijo, vamos a crear un equipo y formó al primer equipo: tomó al hombre y a la mujer y los unió en matrimonio formando la primea familia. De ahí Dios siguió trabajando en sociedad, con equipos, con grupos. Formó al pueblo de Israel, constituido por doce tribus. Luego Jesús vino y formó la nueva Israel, la iglesia, y formó su equipo de doce apóstoles. Antes de partir y dejar a los discípulos, y sabiendo la misión que tendrían por delante, intercede por la unidad de estos.

    Todo grupo formado por personas, desde el matrimonio hasta la iglesia, debe interceder constantemente por la unidad ya que, desde el principio, la unidad con Dios y con el prójimo ha sido fracturada por causa del pecado. Hoy en día podemos ver la gran división que existe en la humanidad: grupos que se parcializan por diferentes motivos como raza, clase social o económica, ideologías, etc. Nuestra naturaleza pecaminosa nos empuja hacia la división. La Biblia le llama a esto favoritismo y se ve desde los principios de la iglesia. El apóstol Santiago escribió: «Hermanos míos, ustedes que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer diferencias entre las personas. Puede darse el caso de que al lugar donde ustedes se reúnen llegue alguien vestido con ropa elegante y con anillos de oro, y llegue también un pobre vestido con ropa andrajosa. Si ustedes reciben gustosos al que viste la ropa elegante, y le dicen: «Venga usted, siéntese aquí, que es un buen lugar», pero al pobre le dicen: «Tú, quédate allá de pie, o siéntate en el suelo», ¿acaso no están discriminando entre ustedes y haciendo juicios malintencionados?» (2:1-4).

    Santiago nos muestra en este pasaje que la fe cristiana es incompatible con el favoritismo, porque separa o divide a los hermanos en la fe por cosas externas e insignificantes. Jesucristo hizo todo lo que estaba a su alcance para a unirnos al Padre en una misma fe y en un mismo Espíritu, pero el hombre tiende a desunirse basándose en estándares humanos. A veces me pongo a pensar si el mundo sería más fácil si todos fuéramos iguales, si existiera un solo grupo étnico, un solo idioma, una sola clase social y económica. Pero en el plan de Dios siempre existió la variedad, la diversidad, la combinación de diferentes formas, tamaños y colores. Lo vemos en la belleza de la naturaleza, la fauna, la flora y en la humanidad. Esa es la belleza de la creación. Sin embargo, el pecado lo ha contaminado. Seguimos viendo a diario en las noticias temas controversiales como el racismo y favoritismo, parcialismo. Estas situaciones siempre han existido y siempre existirán, porque provienen de lo profundo de un corazón malo, corrompido y depravado por causa del pecado. Y esto no se limita a un país o un grupo, sino que está en todos los países del mundo, está en todas partes, incluyendo la iglesia de Jesucristo. Al referirse al favoritismo en el capítulo dos de su epístola, Santiago les dice: «Hermanos míos amados, escuchen esto…» (le estaba hablando a la iglesia). (Santiago 2:5).

    Se dice que los lugares más segregados son las iglesias el domingo en la mañana. Donde nos juntamos con personas con las que nos identificamos, donde somos todos iguales, vestimos iguales, hablamos iguales, donde le damos trato preferencial a aquellas personas que se parecen a nosotros. Muy fácilmente discriminamos a personas que no son como nosotros, muy fácilmente juzgamos a las personas basados en cosas externas, por ser diferentes. Yo soy culpable de juzgar a las personas basadas en cosas externas. Color de piel, etnia, lenguaje, riqueza o pobreza, etc. Pero, amados hermanos, es tiempo de que seamos completamente honestos con nosotros mismos, es tiempo de ponernos a cuentas con Dios, es tiempo de arrepentimiento. Es tiempo de reconocer que el amor de Dios va más allá de cualquier diferencia y que es en su amor y por su Espíritu Santo que podemos estar verdaderamente unidos.

    El Señor ora por sus discípulos y por nosotros para que dejemos a un lado las diferencias y estemos unidos en el amor con que él nos ha amado. Nos deja la ley real en Mateo 22:37-40: «Jesús le respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y más importante mandamiento. Y el segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.»

    Este mandamiento habla de nuestra relación con Dios y nuestra relación con el hombre. Dios quiere que vivamos unidos a Él, pero también conectados con el prójimo. Es muy difícil relacionarnos apropiadamente con Dios si vivimos en desunión con las personas. Creo que estas dos cosas son inseparables: cuando nuestra relación con Dios es fuerte, saludable, entonces fluye amor, compasión, misericordia para compartirla con el prójimo. Cuando Jesús llamó a sus discípulos, les dijo: «Vengan, síganme … y los haré pescadores de hombres», en otras palabras: vengan, acérquense a mí, únanse conmigo, y yo les ayudaré a amar y a conectarse con los demás, para que ellos también puedan venir a mí. Pero por otro lado, si pecamos teniendo favoritismos y discriminando al prójimo, ofendemos a Dios y deterioramos nuestra relación con Él.

    Uno de los elementos más importantes en la vida de la iglesia es el construir relaciones, con Dios y con otros. Esa es la forma que Jesús utilizó para el discipulado. Es por ello que los grupos pequeños, grupos de conexión, grupos de discipulados, altares familiares, iglesias hogareñas, etc., son tan importantes en la vida de la iglesia. Es ahí donde las personas logran acercase, conocerse y formar aquellas relaciones que durarán para toda la vida.

    Es natural para nosotros identificarnos y querer estar con personas como nosotros, que hablen y se vistan como nosotros, que piensen y se comporten como nosotros. Por otro lado, es antinatural que deseemos estar con personas que son diferentes a nosotros, y ese es el punto, esta unidad por la que ora Jesús no es algo natural sino algo sobrenatural. Esto es algo que no puede ser iniciado ni producido por el hombre. Sin la presencia del Espíritu Santo en nosotros la unidad y el amor de la iglesia sería inalcanzable. Jesús nos dice en Juan 13: 34-35: «Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros. En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros.»

    La frase «unos a otros» se menciona más de cien veces en el NT. (amarse unos a otros, perdonarse unos a otros, cuidarse, orar unos por otros, etc.). A Dios realmente le importa mucho esto. Un amor sobrenatural, un amor que es diferente del amor que damos o recibimos de nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo o vecinos. Jesús dijo: «Como yo los he amado, ámense unos a otros». Ese amor proviene directamente de Dios (Jn 17:26) para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos.» Su Espíritu en nosotros nos capacita para amar en la forma que Jesús nos amó. De tal manera que dio su propia vida por nosotros (Jn 3:16).

    Dios no vio y aceptó al hombre por estándares externos o materiales. Dios creó al hombre por igual, y lo amó por igual. Y aun en nuestros delitos y pecados envió a su Hijo a morir por nosotros. Jesús amó al pecador, fuera pobre o rico, blanco o negro, hombre o mujer, de profesión respetable o recaudador de impuestos o prostituta. Él murió por sus enemigos. Su imparcialidad es absoluta, extrema. Su muerte no fue solo para quienes son como él. En ese amor nos llama a ser la familia unida de Dios donde su Espíritu está presente y por el cual podemos permanecer unidos, y así mostrar al mundo que la misión de Jesús y la cual dejó a su iglesia es una misión divina.

    La oración de Jesús sigue vigente hoy, el Señor sigue intercediendo por sus discípulos, por nosotros y por aquellos que creerán en él por el mensaje de la Palabra, para que conozcan el amor del Padre a través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. El Señor pensó en ti cuando hizo esta oración, el Señor sabía tu nombre cuando dio su vida en la cruz y hoy te invita a ser parte de su familia por medio de la fe. No importa el lugar donde estés, de qué país seas, en qué situación te encuentres: el Señor te llama y te acepta en sus brazos de amor.

    Estimado oyente, si de alguna manera te podemos ayudar a ser parte de la familia de Dios, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.